Cada vez que sorprendía el lunar en la frente sudorosa del camarero yo veía una mosca. Ni siquiera cuando se inclinó a mi lado para servir los entrantes pude borrar aquella primera impresión; grande y esférica, de un negro casi palpable, era ella quien iba indicando a su montura quién tenía cubiertos de carne o de pescado, qué copas había que reponer, cuándo tocaba recoger o cambiar el servicio. Hasta me pareció ver cómo se movía, agitando nerviosamente las patas para remachar sus órdenes. Una mosca tiránica, incrustada en la piel como una injuria, feroz y soberbia desde su alta silla.
Cita ***
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Nada hay que tema más el extraño que una citación. Conoce la lengua que se
habla, pero nunca consigue entender qué le dicen las frases que lee. Le
recuer...
Hace 20 minutos
3 comentarios:
En una de esas la mosca era el camarero, y el camarero, un enorme grano en la cara de la mosca.
Al menos una cosa es segura: en mosca cerrada no entran bocas.
Veo que la nota ha despertado algunas ocurrencias. Está bien que sea contagiosa. Gracias y saludos, J12
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