Cada vez que sorprendía el lunar en la frente sudorosa del camarero yo veía una mosca. Ni siquiera cuando se inclinó a mi lado para servir los entrantes pude borrar aquella primera impresión; grande y esférica, de un negro casi palpable, era ella quien iba indicando a su montura quién tenía cubiertos de carne o de pescado, qué copas había que reponer, cuándo tocaba recoger o cambiar el servicio. Hasta me pareció ver cómo se movía, agitando nerviosamente las patas para remachar sus órdenes. Una mosca tiránica, incrustada en la piel como una injuria, feroz y soberbia desde su alta silla.
En el aula causal
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- *Profesor*: ¿Por qué y para qué estudiar, por qué es mejor aprender que
ignorar?, preguntáis ... Esta es mi respuesta:
El ser humano es el animal qu...
Hace 3 horas
3 comentarios:
En una de esas la mosca era el camarero, y el camarero, un enorme grano en la cara de la mosca.
Al menos una cosa es segura: en mosca cerrada no entran bocas.
Veo que la nota ha despertado algunas ocurrencias. Está bien que sea contagiosa. Gracias y saludos, J12
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