.
1
Has
vuelto a retrasarte,
pero
la novedad
no
es esa, siempre te retrasas,
siempre
lo has hecho,
y
la tensión que asoma mientras pones
los platos
o
remueves el guiso que nunca está en su punto
es
otra cosa,
el
barbecho de un cielo inapetente
que
calla lo que ha visto,
el
frío seco que da en hueso
cuando
abres la puerta y no es nadie.
2
El
miedo,
es
el miedo otra vez, piensas, mientras la luz
se
hace más fuerte
en
el patio interior y la mañana
arranca
sin certezas,
tan
sólo la voz de una niña
en
el piso de al lado, un ruido
de
puertas y ascensores
para
gentes seguras de su oficio,
nombres
redondos,
y
la leche que hace un momento pusiste al fuego
se
quema.
[…]
2 comentarios:
Literariamente, me gustan las dos estaciones..., sobre todo, la sencillez con la que nos las desgranas. Pero en la vida real, si tuviera que elegir, me quedaría con la segunda estación. No me gusta el barbecho.
Abrazo, Jordi.
Como agricultor reconozco que la palabra barbecho me levanta espera y suscita constantemente intenciones. No hay barbecho, por muy seca que sea la estación veraniega(este año, por ejemplo) que no redacte algún verde. Ahora es el tiempo de los barbechos, de la siembra.
Con Índigo disiento en la emoción de esa palabra.
Pero la estación uno me ha hecho enfilar el comentario hacia esa imagen trasladada al cielo: la del barbecho. La incógnita del poema se halla ahí, hermosamente trasladada, a callar desde el barbecho del cielo, algo imposible, tratándose de la tierra.
Las partituras de los patios interiores siempre me son atractivas.
Un saludo.
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