viernes, febrero 13, 2009

portero con gatos

Conocí la obra de Peter Porter (1929) gracias a British Poetry 1900-1975, de George MacBeth, una generosa muestra de la poesía británica del siglo veinte editada por Longman que compré en la librería Ojanguren de Oviedo y que durante muchos años fue mi guía más fiable por un territorio del que entonces ignoraba casi todo. A pesar de sus lagunas, tenía dos grandes virtudes: era ecléctica y recogía poemas muy diversos, desde los clásicos del modernism hasta piezas anecdóticas o de circunstancias; y MacBeth completaba su selección de cada autor con breves y lúcidos comentarios, casi apostillas que destacaban este o aquel aspecto del poema en cuestión.

Este poema de Porter, australiano afincado desde comienzos de los años sesenta en Londres y autor de un libro de versiones e imitaciones de Marcial que es, quizá, lo más memorable de su producción, pertenece al grupo de los poemas de circunstancias. Creo que es una de las primeras piezas que me atreví a traducir, allá por el 89 o el 90. Le tengo mucho cariño, fuera de su obvio tono humorístico. Como afirma muy bien MacBeth, sólo un amante de los gatos habría sido capaz de escribir una invectiva semejante.


Mort aux chats

Ya no habrá más gatos.
Los gatos son un foco de infecciones,
los gatos vician el aire,
los gatos consumen en una semana
siete veces su propio peso en comida,
los gatos eran objeto de adoración
en sociedades decadentes (Egipto
y la antigua Roma), los griegos
no sabían qué hacer con ellos. Los gatos
se sientan para orinar (nuestros científicos
lo han comprobado). La cópula
de los gatos es horrible. Se ponen
insoportablemente tiernos con la luna.
Tal vez estén bien
en su propio país, pero sus costumbres
son extrañas a las nuestras.
Los gatos huelen, no lo pueden evitar,
lo notas al subir las escaleras.
Los gatos ven demasiada televisión
y pueden dormir en mitad de una tormenta.
No ha habido nunca grandes artistas
que fueran gatos. No merecen una g mayúscula
más que al comienzo de una frase.
La culpa de mi dolor de cabeza y de que
se mueran mis plantas la tienen los gatos.
Nuestro barrio está lleno de ellos,
los valores de la propiedad están bajando.
Cuando sueño con Dios contemplo
una Masacre de gatos. ¿Por qué insisten
en tener su propia lengua y su propia religión, a quién
le hace falta ronronear para saber explicarse?
¡Muerte a todos los gatos! ¡El Reino
de los Perros ha de durar mil años!


Trad. J.D.

4 comentarios:

Olga Bernad dijo...

El reino de los perros durará para siempre, pero siempre quedará algún gato vivo. Son callejeros y burgueses, frágiles e irrompibles. Aún infectados y abandonados, sus pasos entre la basura son una enciclopedia sobre la elegancia y el desdén. Algo en sus genes recordará siempre antiguos reinos, Egipto a sus pies y esa manera de mirar, todo lo que nunca serán nuestros fieles perros.
En fin, en cuanto tocan a los gatos me sale la bruja...

Jordi Doce dijo...

Me parece muy bien, Olga, porque de hecho el poema está escrito por un amante de los gatos... Egipto a sus pies--qué bien dicho. Abrazo J12

Anónimo dijo...

Ilusiones perras, amores gatos, el mundo en desorden como quiere el Olimpo y las diosas felinas, gracias Jordi por esa traducción

Esther Andradi

Jordi Doce dijo...

es estupendo saber de ti después de tantos años, Esther, bienvenida a este espacio... Ya imagino que Ricardo te habrá puesto sobre la pista. Abrazo grande, J12.