Estar enfermo es como estar poseído: algo se ha metido en nuestro cuerpo y se sirve de nosotros para prosperar, reduciéndonos a una simple cadena de acciones animales: dormir, comer lo poco que nos corresponde o que podemos, leer a ratos, sentarnos pasivamente ante una pantalla de televisión y dejar que el mundo desfile ante nosotros. El cuerpo es un bulto que arrastramos de un lado a otro del cuarto, lleno de sombra y de cansancio; un puño cerrado que se ahoga en su propia angostura. Los límites de la casa son los límites de nuestra mente. Miramos por la ventana y eso es todo cuanto vemos, cuanto somos capaces de ver. Ni siquiera la nieve, esta mañana, pudo borrar con su blancura y su lenta caída la penumbra resentida de la carne.
10 comentarios:
Si es que a los tíos os duele la cabeza y parece que os estáis muriendo...
(No he podido resistirme). Pero lo que quería decir en realidad es: que te mejores. Y tampoco creo que te venga bien estar delante de una pantalla luminosa, he dicho.
gracias, viajes. no, si el problema no es ya estar mal, es lo que dura! digamos que ya estoy un poco harto. al menos deja que haga algo de literatura con ello...
Te deseo que te cures pronto, querido amigo Jordi, y que el jueves estés tan bien como lo estará Seamus, cuya visita llevo descontando en el calendario como quien marca las cruces de las encrucijadas.
A mi hija también le ha llegado, así que se descarta un problema estrictamente masculino, amiga viajes. Se ha demostrado además que los reflejos del monitor matan cualquier tipo de virus, entre otras muchas cosas ;)
Un abrazo fuerte.
Sí, Jordi, toda la literatura que quieras que yo leeré con fruición. Y sin coma después del "que". Que conste.
Y Julio... No es un problema estrictamente masculino, pero ¿a que tu hija no se queja tanto? :P
Jaja Qué mala eres. ¡No se queja porque los niños no se quejan! Se sabe que tienen fiebre cuando los tocas y adivinas. Son pequeños seres sagrados que tienen el tiempo, las crestas de las olas y las rodillas de los peregrinos. Saben e ignoran. ¿Cómo se van a quejar? :P
(¿Tan pequeñita es?).
Quejumbrosos o no, que se mejoren ambos. Una, que siga creciendo. El otro, que siga contando historias.
Gracias, Julio, por tu complicidad. Sí, para el jueves espero estar ya plenamente recuperado, y si no, habrá que meterse un coctel fulminante de paracetamol y afines. La visita bien lo merece.
Veo que insistes, viajes, pero creo que de mis labios (o de mis dedos) no ha salido ninguna queja, sólo una descripción bastante sentida de mi estado. Por lo demás, ¿no escribimos, entre otras cosas, para deshacer algunos tópicos demasiado persistentes?
Cierto: lo de la queja salió de mi comentario y así siguió la coñita. Y, con respecto a lo de desmontar tópicos... Pues no lo sé, Jordi. Yo escribo porque siempre lo he hecho, por ninguna otra razón.
(Además, me estáis dando envidia porque vais a ver al irlandés). Al menos, entrevisté a Gamoneda y Mestre... Ay, quien no se consuela es porque no quiere.
Lo que pasa es que os quejáis de vicio. En vez de agradecer y elogiar que Jordi haya escrito ese texto tan lindo sobre su gripe, encima le ponéis faltas, le habláis de la salud, le recordáis compromisos... Desagradecidos. En vez dello tendrías que recordarle los versos imperecederos de César Vallejo: «Hay gripes en la vida tan fuertes, yo no sé...»... y no recuerdo si luego dicen «como de la tos de Dios» o algo por el estilo. Vale.
Jordi, mejórate. El texto es precioso.Y las quejas, bien pueden llegar a serlo. Mira las maravillosas lamentaciones de Jeremías.
Un beso.
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