viernes, febrero 20, 2009

william blake, «londres»


Vago sin fin por las censadas calles,
junto a la orilla del censado Támesis,
y en cada rostro que me mira advierto
señales de impotencia, de infortunio.

En cada grito Humano,
en cada chillido Infantil de miedo,
en cada voz, en cada prohibición,
escucho las cadenas forjadas por la mente:

y escucho cómo el grito del Deshollinador
hace palidecer las oscuras Iglesias,
y el dolor del Soldado infortunado
ensangrienta los muros de Palacio.

Pero, al fin, en las calles de medianoche escucho
cómo la maldición de la joven Ramera
deseca el llanto del recién nacido,
y asola la carroza fúnebre de los Novios.


Trad. J.D.

2 comentarios:

Emilio Calvo de Mora dijo...

Blake me lleva siempre a Borges. Borges a Swendeborg. Swendenborg a la Biblia. No siendo yo cristiano ni teniendo inclinaciones de serlo me parece una riada de concatenaciones curiosa. Blake. Qué alucinólogo.

Anónimo dijo...

Ya sabía Cary Grant en alguna comedia que " el veneno está en la dosis", y hay poemas, Emilio, que son literatura en estado puro...