lunes, febrero 16, 2009

tren de cercanías

Cada día emprende el mismo viaje. El tren cruza campos y barriadas, pero siempre que levanta los ojos sorprende el mismo paisaje. El tren se demora bajo cielos distintos, pero siempre que cierra los ojos llueve en su silencio.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Los trenes de cercanías inspiran mucho. Recuerdo cuando pasé un mes en Buenos Aires, en enero 2002, viviendo en casa de una amiga, en las afueras. El claxon (no silbido ni pitido ni sirena) de los trenes que llegaban a la estación de Don Torcuato. Es un sonido que me resultaba profundamente humano, como todo lo que tiene que ver con los trenes. En el silencio de la noche, a veces durante la calma de la siesta, ese darse cuenta por una cierta sensación de freno que llena el aire, de que un tren había llegado a la estación.
Y muy poco después ese claxon (no silbido ni pitido ni sirena) al que seguía, instantes más tarde (nunca era simultáneo) el atenuado fragor de los vagones corriendo por los rieles. Leyendo ahora tu texto, Jordi, he rememoriado todo eso. Vale.

Esther Cabrales dijo...

Pues el tren de cercanías que yo cojo cada día, apesta.

Anónimo dijo...

Lo que comenta Esther (que me juego mi única corbata de Armani a que no es tu amiga Esther Andradi, de Berlín, Jordi) demuestra que tiene una cierta confusión acerca de lo que supone la escritura literaria. No se escribe buena literatura con agua de Colonia, hasta "El perfume" está más bien escrito con sangre. El comentario de Esther me recuerda pues un poco la escandalizada toma de conciencia de Swift de que Celia, su amada Celia, c... (los puntos suspensivos son del propio Swift, y a mí siempre me han parecido una metáfora visual de lo que hace Celia y escandaliza a su amante).

Luna Miguel dijo...

Detesto los pitidos del tren al cerrarse.

Esther Cabrales dijo...

Querido Ricardo Bada [sonido de pedorreta]

Anónimo dijo...

Querida Esther, cada cual es muy libre de expresar su alma de la manera más congruente y fiel a sí misma. Vale.