domingo, junio 28, 2009

auto-b

Quien escribe sus memorias suele operar bajo una ilusión (¿una tentación?) poderosa. Cree que puede corregir y reordenar sus días como se reordenan las frases de un párrafo mal compuesto a fin de ajustar o hacer más preciso su sentido. Pero en ese tiempo que ahora sólo a él le pertenece, ¿dónde ha quedado el tiempo de los demás, el de quienes le acompañaron haciendo más habitable el camino? Toda autobiografía debe respetar de algún modo la confusión fundamental del día a día si no quiere escamotarnos los lugares donde el tiempo ajeno se fundió una y otra vez con el propio, es decir, si no quiere ocultar o hacer invisibles a los otros. Sólo así evitará hacer de su vida un relato absurdamente triunfal, un desfile que relega la tercera persona a una muchedumbre caótica y entrevista con el rabillo del ojo.

3 comentarios:

Edson Munguía dijo...

Tu eres un buen escritor Jordi, además un buen bloguero. ¿A tí no te atacan repentinas ganas de echar para abajo todo? ¿De desdecirte y clausurar? Nomás' mañana desaparecer de la vista de todos...
No sugiero que lo hagas ¡por favor! Pero ¿como sostenerse, aún si no hubiera un sólo lector? Un abrazo.

Estel Julià dijo...

Hola, llego aquí procedente de no sé dónde. Escribir tus propias memorias es un ejercicio de responsabilidad y compromiso. Responsabilidad en cuanto a la capacidad de saber al margen de adulteraciones del pasado, y compromiso respecto al respeto por la autenticidad de los hechos vividos, de lo contrario todo se convierte en un mero ejercicio de escritura de ficción.
Lo mejor es que otro escriba tus memorias si no estás dispuesto a escribir bajo esos dos principios.

Un saludo,


Estel J.

Jordi Doce dijo...

Gracias por los elogios, Edson. Pues claro que tengo ganas de callarme y echarlo todo abajo... ¡todos los días! Pero existe también la satisfacción evidente de escribir eso que sólo uno puede escribir. No digo que sea malo ni bueno, aunque uno trata de hacerlo lo mejor posible. No, se trata de intentar ser fiel a los intereses, las obsesiones, las curiosidades de uno, y también está el placer de ver cómo lo que uno termina escribiendo es más, o diferente, de lo que esperaba y preveía.

Demos gracias al rebote, Estel, bienvenida. Tienes toda la razón. Por eso dudo tanto de los que mezclan, como hizo Caballero Bonald en sus memorias, realidad y ficción. Creo, como tú, en la prueba del nuevo de los hechos. Otra cosa es la interpretación que les da el yo...

Abrazo a todos, J12