miércoles, enero 14, 2009

nieve 2


Le di a probar a mi hija un poco de nieve posada sobre unas hojas de laurel, un puñado de nieve que seguía fresca después de la helada nocturna. Acercó los labios y mordió confiada, con atrevimiento, hasta que el disgusto la hizo apartarse: «¡Sabe a verde, papá!». Sí, una destilación del verde, como si la savia olorosa del árbol se hubiera filtrado gradual y secretamente en los cristales de la nieve. Un licor amargo, lleno de aristas, áspero y punzante como el frío.

3 comentarios:

Luna Miguel dijo...

helado natural

Anónimo dijo...

Los niños suelen ser infalibles en sus comentarios. Esa nieve que sabe a verde es un hallazgo poético extraordinario. Es como lo de aquella camarera que le preguntó a su jefe (se lo escuché decir, en Madrid, en una cafetería de la Gran Vía) "¿Agua del tiempo hay para llevar?" Sin saberlo, hacía compuesto un verso digno de Garcilaso. Vale.

Jordi Doce dijo...

Muy bueno, Ricardo. Lo que demuestra que hay que tener siempre los oídos atentos a lo que pase, y a lo que se diga. Un abrazo, qué bueno verte por aquí. J12