Dedican la sobremesa a desbrozar pleitos de sus conocidos, disputas por herencias o propiedades que dividen secularmente a hermanos y familia. Así ensayan y se entrenan para el día de mañana, cuando deban afilar las uñas y embutirse el disfraz de ave carroñera. Simples ejercicios de prácticas que no deben extrañar o irritar a nadie. Te divierte (¿te consuela?) pensar que tanta experiencia acumulada no puede sino rendir fruto: la operación de despiece será todo un espectáculo, en efecto, aunque no habrá ningún Hogarth o Grosz a mano que los redima de su aterradora vulgaridad.
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