sábado, diciembre 27, 2008

árboles


Avancé con el coche por una calle lateral y me sorprendieron, de repente, los largos dedos oscuros y sarmentosos, vueltos hacia arriba, de los árboles de la Plaza San Miguel, manos de bruja o candelabros donde la cera se ha secado y ennegrecido hace mucho. Tal vez contribuyera a ese efecto casi alucinatorio la soledad de las calles, vacías a esa hora de la sobremesa, y el gris claro, casi transparente, de las nubes que se extendían sobre la ciudad iluminándola, duplicando de algún incierto modo la luz del día. En ese aire como recién lavado las formas sin hojas de los árboles recobraron su condición extravagante, ese aire de delirio que la costumbre logra ignorar o hacer a un lado habitualmente. De pronto, su salvajismo resaltó aun más contra la cuadrícula de las fachadas, las formas regulares y resueltas de la plaza. Más desorientadores que dinosaurios, concluyó una vez Julien Gracq al verlos descansando bajo la lluvia en un prado vecino, y la expresión desvela mejor que ninguna otra su extrañeza primordial, la distancia insalvable que nos separa de ellos, su antigüedad prehistórica. Hincados en tierra y abiertos hacia el cielo, son los ejes que mantienen el planeta en su sitio, los gruesos cables en tensión que procuran, como en un puente, su estabilidad. Incluso estos humildes y nudosos árboles de ciudad, comidos por la incuria y el hollín, más feroces aún en su abandono, y que hoy han querido mostrarse –siquiera por un minuto– tal como son. Pero no había ninguna bella durmiente esperándome al otro lado, y he optado más bien por rodearlos, solemne y respetuoso, y salir mansamente de la plaza.

2 comentarios:

Olga Bernad dijo...

Pero este texto es precioso... estaba por aquí, repasando entradas, y me encuentro estos árboles desorientadores y solitarios. Yo también
"Nunca supe si el árbol destrozaba la tierra
o si la sostenía la fuerza de su abrazo.
La amaba fieramente; bajo la sombra, el mundo,
y sobre las acacias nos salpicaba el cielo."

Esa extrañeza.

Feliz 2009, aunque sea en una entrada un poco atrasada:-)

Jordi Doce dijo...

muy bellos e intensos esos versos, Olga, y muchas gracias por tu comentario. Sí, la extrañeza, la extrañeza en ocasiones del mundo, eso tan desorientador que al mismo tiempo, por algún extraño motivo, ilumina y acompaña. Muy feliz año. Saludos, J12