miércoles, diciembre 03, 2008

schooldays

Llegan tarde al colegio, como cada mañana. La mayor, parecida también en esto a su madre, con mueca de apuro, la cabeza echada hacia delante, el cuerpo abrazado a una prisa insuficiente; la pequeña, no más de cinco o seis años, al otro lado de su madre pero ajena a ella, distinta de ella, con el rostro impaciente y hasta resentido, mirando con aspereza a quienes las miran como diciendo, no es mi culpa, yo no estoy aquí, sé perfectamente cómo evitarlo pero nadie me ha preguntado. No se da cuenta de que puede mantener la dignidad gracias precisamente a la mano que sostiene su madre y que le exige caminar erguida, con paso alerta y casi aéreo. Día tras día la misma escena, el mismo esfuerzo de indiferencia o distanciamiento. La misma resignación huraña y avergonzada ante unos extraños a los que, sin embargo, invoca y necesita como testigos de su pequeña cruz.

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