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stieglitz
(de la serie De qué hablan los hombres cuando las mujeres salen del cuarto)
El cuarto en sí. Las mujeres. La ausencia de mujeres
en el cuarto. Lo que la ausencia de mujeres
le hace a un cuarto. El sonido de todas esas mujeres levantándose
para irse; todas a la vez, igual que pájaros silvestres,
que el hambre. Cómo podría conquistarse el mundo
si tan sólo… Pero no se lo digas a las mujeres.
Lo que la ausencia de mujeres les hace a los hombres
con el tiempo. Miedos. Los hombres hablan de miedos, pesadillas,
mujeres que se van, el cuarto que se inflama con
la ausencia de mujeres. Las pesadillas saben
cómo entrar en el cuarto cuando las mujeres se van.
Cada sueño es la imagen fantasma de una mujer en el acto de irse.<>
Conozco a
Dionisio D. Martínez (Cuba, 1956) únicamente por los dos poemas suyos que se incluyen en la cuarta edición de
The Norton Anthology of Poetry, publicada en 1996. Pero los dos son espléndidos, cada cual a su modo, y este en particular me llamó la atención por la referencia explícita que hace el título a la obra del gran fotógrafo americano Alfred Stieglitz. Un poema lacónico, reticente y al mismo tiempo permeado de emoción, de un dolor sordo y persistente. Un poema que puede parecer frío y sin embargo, a poco que uno se acerque a él, humea como una placa al rojo vivo.
Es curioso advertir cómo cada cual reacciona a sus circunstancias biográficas de distinto modo. Dionisio D. Martínez es sólo cuatro años más joven que otro gran poeta de origen cubano,
Orlando González Esteva, y de hecho se estableció en Florida (y más en concreto, en Tampa) en 1972, cuando contaba dieciséis años y había realizado un largo periplo en el exilio que le llevó, entre otros sitios, al norte de España. Y sin embargo, mientras que Orlando, instalado en Miami en 1965, con doce años, se ha convertido en uno de los grandes poetas de nuestra lengua, un maestro de las formas que retoma la gran tradición geométrica del modernismo y le infunde calor humano y sabiduría oriental (sus
haikus y sus versiones de Issa son memorables), Martínez parece haber optado por el inglés como lengua de creación y por una escritura de corte narrativo tocada por la elipsis y el pedrisco del silencio. Trayectorias divergentes y hasta opuestas que sin embargo conviven en el tiempo y en nuestra lectura. Por cierto, que en esas mujeres que se levantan «para irse», ausentes, parece haber algo de «las mujeres que van y vienen hablando de Miguel Ángel» del
Prufrock de Eliot. Ecos, ecos, ecos… y en la red, al fondo, el pez vivo del poema.
El original,
aquí.
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