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viernes, agosto 24, 2012

george gömöri / poema



 © Photospain

  
Hace unos días, en concreto el domingo pasado (19 de agosto), se celebró de nuevo el aniversario de la muerte de Federico García Lorca. Este año he tenido la fecha un poco más presente, si cabe, porque a finales de julio dediqué unos días a revisar mis papeles y entre los poemas que he traducido esta primavera hay uno, del poeta y traductor húngaro George Gömöri (1934), que llora justamente la muerte del poeta español. Un hermoso poema titulado «Camino del alba», en el que se rehace con la imaginación el camino que tomó García Lorca antes de ser ejecutado.

Los lectores conocemos a Gömöri sobre todo como traductor al inglés, junto al gran Clive Wilmer, de algunos nombres fundamentales de la poesía húngara contemporánea: Miklós Radnóti, que murió en 1944 camino de un campo de concentración nazi; János Pilinsky, a quien también tradujo Ted Hughes en los años setenta (y de quien di una pequeña muestra a comienzos de año); o György Petri, de origen judío, uno de los intelectuales más activos de la disidencia antisoviética. Hago hincapié en estos detalles porque el poema a García Lorca incluye una frase alemana –una frase terrible: Der springt noch auf– que Gömöri toma precisamente de un poema de Radnóti, uno de los poemas-postales que el húngaro escribió durante sus últimos días de vida y en el que relata con precisión de cirujano cómo soldados alemanes rematan a un compañero de marcha. La frase viene a decir algo así como «ese sigue moviéndose» y Gömöri la transfiere a tierras españolas para establecer un paralelismo simbólico entre las dos víctimas de la violencia fascista.

No sé húngaro, pero me he atrevido a traducir el poema porque la versión inglesa, traducida por Clive Wilmer y el propio Gömöri, es lo más parecido a la voluntad última del autor de que dispongo. Y porque las traducciones que ambos han realizado desde finales de los años setenta forman parte ya del sistema circulatorio de la poesía británica; toda una lección de verdad y exigencia y belleza austera que, al menos a mí, no deja de conmoverme.



Lorca, camino del alba

En el camino de Víznar a Alfacar
se levanta la Fuente de las Lágrimas
o Fuente Grande, como se llamaba en tiempos de los árabes…
No está muy lejos de Granada
pero cerca de las aguas del Leteo. Fue a este lugar
adonde el pelotón de fusilamiento, al alba, trajo a los prisioneros.
Federico, para su desgracia, sobrevivió a la primera descarga.
También aquí se oyó gritar en español Der springt noch auf
y unos cuantos cartuchos más se vaciaron sobre su cuerpo.
¿Una fosa común? No, pero sí compartida
con el maestro de la pata de palo y el torero
a quien nunca se vio en la iglesia y que más de una vez
ofendía a los curas de palabra.
Noches cegadoras, noches escurridas de sangre.
Cuando el sol de verano se elevó sobre Víznar
el cantor de romances había desaparecido de la tierra.



trad. J. D.
(a partir de la traducción inglesa de Clive Wilmer y el autor, George Gömöri)

miércoles, enero 25, 2012

wilmer / pilinszky / van gogh

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La plegaria de Van Gogh

Una batalla perdida en los trigales
y en el cielo una victoria.
Pájaros, el sol, y de nuevo pájaros.
De noche, ¿qué quedará de mí?

De noche, sólo una hilera de farolas,
un muro de arcilla pálida que brilla,
y al fondo del jardín, entre los árboles,
como velas puestas en fila, las ventanas;

Allí habité una vez y ya no habito;
no puedo vivir donde una vez viví, aunque
el techo allí solía cubrirme.
Señor, tú me cubrías hace tiempo.




He perdido la cuenta de los poemas que se han escrito sobre o a partir de Van Gogh. Pero esta miniatura del húngaro János Pilinszky (1921-1981), traducida a su vez por el poeta inglés Clive Wilmer (de quien conocemos en España una muy sugerente antología editada por Misael Ruiz: El misterio de las cosas, Trea, 2010), me ha conmovido por su sencillez, el modo casi imperceptible con que dibuja la escena, el instante, y nos acerca las emociones de su protagonista. A diferencia de «Adiós a Van Gogh» de Charles Tomlinson, Pilinszky no toma partido estético ni se pronuncia sobre el arte del pintor; le interesa la estampa impresionista, crear un ambiente, esbozar apenas la entraña de melancolía de ese eterno exiliado que fue Van Gogh, alguien para quien el pasado, por muy inmediato que fuese, era siempre una puerta cerrada.

Creo que pocas veces había realizado una traducción tan literal, en la que bastaba con seguir la sintaxis y el movimiento del original para crear una atmósfera semejante o análoga en español. No es lo habitual, desde luego. También es cierto que he partido de una traducción inglesa, aunque Wilmer parece haber quedado tan satisfecho del resultado que da el poema como propio en su reciente New and Collected Poems (por eso, en realidad, me he atrevido a retraducirlo). En fin, si tuviera que reducir el conjunto a un solo verso, creo que me quedaría con esta imagen, que tiene para mí algo de emblema y de refugio: un muro de arcilla pálida que brilla.

Por cierto, para quien tenga interés, las traducciones de Janos Pilinszky que Wilmer y George Gomori han ido realizando a lo largo de los años acaban de publicarse en un solo volumen con el título de Passio (2011). El libro lo publica la espléndida editorial independiente Worple Press, dirigida con mano maestra por Peter y Amanda Carpenter.

El original, aquí.
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