miércoles, octubre 31, 2012

charles tomlinson / montes ute





 «Cuando me haya marchado
–dijo el anciano jefe–,
si alguna vez me necesitan, llámenme»;
luego se tendió, vuelto piedra.

Ésos eran gigantes
(como se puede ver)
y nosotros
no somos ni sombra de tales hombres.

Tras la cabeza pétrea
su larga cabellera india
se esparció, enmarañada,
en ingles y barrancos

y se extravió por Colorado
sobre el llano desértico,
transmitiendo energía
en una única línea ondulante

del cabello a los pies; allá,
perfilado, inclinado en la distancia,
se levanta el escorzo de sus rasgos y el alto
promontorio del pómulo.

Al repasarla, el ojo
ciñe por entero la horquilla
gigante de su masa,
incluyendo codos, rodillas, pies.

«Si alguna vez me necesitan, llámenme.»
Su singularidad domina el llano
al pedir que su imagen nos ayude:
así los hombres hacen montañas.





El Sleeping Ute [Ute dormido] se llama así por parecerse a un jefe Ute tendido de espaldas con los brazos doblados sobre el pecho. La tribu Ute Weeminuche consideraba estos montes como un lugar sagrado. Lo sigue siendo para sus descendientes, la tribu Ute de los Montes Ute, y aún juega un papel en sus ceremonias, como lo indica la existencia de un Terreno de la Danza del Sol en algunos mapas topográficos, localizado entre las Rodillas y la Cumbre del Caballo (la caja torácica). (de wikipedia)

Trad. J. D.

El original, aquí.

lunes, octubre 29, 2012

minerva / eduardo arroyo





Ya está colgado en la red el nuevo número, el 20, de la revista Minerva del Círculo de Bellas Artes, con textos de y sobre Eduardo Arroyo, Pierre Bourdieu, Ana Blandiana, Luis Magrinyá, Miguel Marinas, Eva Lootz y Belén Gopegui, entre los muchos nombres que pueblan el sumario. Por mi lado, he tenido el privilegio de escribir un artículo sobre Eduardo Arroyo y, en concreto, su exposición Bazar Arroyo, que se celebró en el CBA a comienzos de año. Se llama «Retrato del artista en el ring» y trata de ordenar algunas de las impresiones que he ido reuniendo de la obra gráfica y literaria del autor de Los cuatro dictadores y Minuta de un testamento.

Ah, la revista sigue existiendo en papel, por si alguno quiere leerla en su formato habitual. No os la perdáis. Aunque el número 21 será incluso mejor.

sábado, octubre 27, 2012

dos lecturas


El poeta Antonio Gracia ha tenido la gentileza y la generosidad de incluir esta lectura de mi poema «Hamlet en la playa» en el capítulo V de su serie La construcción del poema (una de las que componen su bitácora). Escribí ese poema hace la friolera de diez años, pero el comentario de Antonio consigue hacérmelo nuevo, me reconcilia con él. Gracias, poeta.

Mientras escribo estas líneas me llega el generoso y cercano comentario que Índigo dedica en su bitácora a la Poesía completa de Paul Auster. Lo importante de su entrada no es tanto la referencia a Auster (que tanto agradezco) sino su mención a esa librería de pueblo que ha empezado a poner libros de poesía en el escaparate... ¡Que dure! Gracias, Índigo, y ojalá que sigamos intercambiando asombros y descubrimientos mucho tiempo. 

jueves, octubre 25, 2012

3 poetas


Las palabras de un poema votan para elegir a su representante. La elegida da un paso al frente y reta al poeta.



Prostíbulos de palabras. El poeta camina entre las sombras, con paso intrigado, y no termina de decidirse. Los porteros son críticos que están a prueba y todos hacen las mismas promesas.



No insistas. Si las palabras te estorban para caminar, es que no te hacen falta. No creas que portar ese bastón te hará más distinguido. Alguien que finge una cojera no puede ser de fiar.

domingo, octubre 21, 2012

monósticos / el libro



Haritz Guisasola


Quienes visiten esta bitácora recordarán la existencia de un puñado de poemas breves que han ido apareciendo a intervalos bajo el título –tal vez algo pedante– de Monósticos. Se trata de los picos visibles de una serie de 21 poemas que se gestó en dos tiempos (octubre de 2011 y febrero de este año) y que ahora ve la luz en un libro de artista que, bajo el amparo del Centro de Arte Moderno de Madrid, he tenido la fortuna de realizar en colaboración con el pintor y dibujante Haritz Guisasola. Todo se ha hecho con cierta rapidez pero también con mucho rigor y entusiasmo gracias al esfuerzo de Haritz y del editor Claudio Míguez (y a la mediación de, por lo menos, dos estupendos amigos: el galerista Luis Burgos y el poeta y editor Juan Soros). El resultado se presentará este próximo miércoles 24 en la sala del CAM (Galileo, 62) y estáis todos invitados.

Escribí Monósticos, como he dicho, en dos tiempos, y siempre en las primeras horas del día, recién despierto. Quizá de ahí provenga la atmósfera algo sonámbula del conjunto, como si no hubiera logrado desprenderme del todo de las nieblas del sueño. Ese ha sido, quizá, el gran reto de Haritz, del que salido triunfante: dar cuerpo y volumen a una escritura muy poco figurativa, que avanza casi por contagio o adivinación. Creo que nunca he escrito una poesía tan nebulosa y con menos soluciones de continuidad. El estilo de Haritz en estos dibujos (de los que doy aquí dos ejemplos) evidencia su talento para estar cerca de lo real sin ser realista, para trazar figuras y volúmenes sin dejar en todo momento de sugerir o abrir incluso una puerta hacia el enigma.


Haritz Guisasola


El otro desafío era, desde luego, el tener que responder a una obra ya escrita y cerrada. Esta colaboración no ha sido un diálogo de ida y vuelta, sino que los dibujos han surgido de la lectura de los poemas y tratan de habitar sus resquicios, los espacios en blanco, sin perder por ello presencia o autonomía. El trabajo de Haritz se basta y se sobra por sí solo. Al mismo tiempo, convive a la perfección con estos 21 «monósticos» y hace que este libro sea una realidad mayor que la suma de sus partes.

En dos años he tenido la suerte de colaborar con tres artistas muy distintos entre sí: Melquiades Álvarez, Javier Pagola y, ahora, Haritz Guisasola, con resultados igualmente variados. Hechas las cuentas, ninguna otra colaboración me ha deparado tantas alegrías y satisfacciones como la que pone en vecindad imagen y palabra, poema y trazo. Monósticos es un libro pequeño, casi un breviario, pero en él cabe la inmensa alegría del encuentro, del trabajo en común. Y es también una forma de entretener o acortar la espera mientras avanzo en mi nuevo libro de poemas, del que ya empiezo a entrever su final. Como dice uno de los «monósticos» finales:


Una lluvia menuda nos calaba los huesos.
Nadie miró la hora, sin embargo.
Callar era el camino, los pies en el camino.

viernes, octubre 19, 2012

yeats / navegando hacia bizancio

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Caligrafía de Philippa Dow


I

Aquel no es un país para viejos. Los jóvenes
unos en brazos de otros, pájaros en los árboles
–esas generaciones moribundas– cantando,
cascadas de salmones y mares de caballa,
aves, peces o carne celebran en verano
cuanto ha sido engendrado, nace y muere.
Sujetos a esa música sensual todos descuidan
los monumentos de la mente inmarchitable.


II

Cosa indigna es un viejo, un abrigo andrajoso
montado en una estaca, excepto cuando el alma
bate palmas y canta, y canta con más fuerza
por cada desgarrón de su mortal vestido,
pues no hay escuela para el canto, sólo estudiar
los monumentos de su propia magnificencia.
Y por ello he cruzado los mares y venido
a la ciudad sagrada de Bizancio.


III

Oh sabios congregados en el fuego divino
tal figuras murales en un mosaico de oro.
Venid a mí del fuego, girando en la espiral,
para ser los maestros de canto de mi alma.
Purgad mi corazón; enfermo de deseo
y uncido a un animal agonizante,
no recuerda quién es; y encomendadme
al artificio de la eternidad.


IV

Fuera de la naturaleza no tomaré mi forma
corpórea de ningún objeto natural
sino de aquellas formas que los orfebres griegos
crean forjando el oro y en oro recubriéndolas
a fin de prevenir la modorra imperial;
o ponen a cantar en un árbol dorado
ante las damas y señores de Bizancio
los hechos que pasaron, pasan o pasarán.



trad. J. D. / el original, aquí
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martes, octubre 16, 2012

yo, tú, demonio

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Muchas discusiones, en especial las domésticas –donde afloran con más facilidad emociones de largo alcance, trastornos que han sabido ocultarse hasta entonces y que surgen de una vez, armados de los pies a la cabeza–, no se dirigen tanto a una persona en particular como al espectro, el demonio, que esa persona sabe despertar en nosotros. Ese demonio es nuestro, forma parte de la cuadrilla que nos ha tocado en herencia y que debemos domesticar con mejor o peor fortuna a lo largo de los años: un cajón de sastre de daños y limos mal asentados, de inhibiciones y prejuicios que han conseguido perpetuarse a pesar de las apariencias. Lo que provoca nuestro malestar o incluso nuestra ira no es algo concreto que esa persona haya hecho, sino lo que su hacer despierta en nosotros. El acto en sí puede no tener importancia –horas después nos parecerá trivial, una nimiedad que no explica nuestra furia– pero eso es lo de menos. Se trata de un pretexto, una coartada para que el demonio resucite y se plante de un salto en la escena. Y con el demonio surge el miedo; un miedo antiguo, cerval, que debemos disfrazar de rabia si no queremos que nos anule.

Todo sucede en cosa de segundos, sin pensar (en realidad es impensable): el demonio se solapa con nuestro interlocutor, se desliza en él, y desde allí hace lo posible por sacarnos de nuestras casillas. La persona que hasta hace unos momentos nos hacía compañía se nos vuelve ajena, impenetrable. Es un caso de posesión como cualquier otro. Pero aquí somos a la vez agentes y víctimas de esa posesión, pues todo proviene de nuestra incapacidad para enterrar al demonio de una vez por todas. Por decirlo con claridad: aquello contra lo cual dirigimos nuestra ira es algo que no hemos conseguido conjurar o neutralizar en nosotros mismos. Bien es verdad que hay quienes disfrutan excitando a los demonios de otros, que se entretienen buscando el punto débil de su compañero y accionándolo a discreción, pero el orgullo bien entendido consiste precisamente en ser más astuto y evitar caer en la trampa. De hecho, hay que obligarse a no caer. Siempre habrá gente manipuladora o adepta al chantaje emocional –nosotros mismos, admitámoslo, hemos jugado a veces a ese juego–, pero eso no nos excusa de saber comportarnos. El imperativo aquí es, una vez más, «conócete a ti mismo», aunque sólo sea para reconocer en todo momento a quienes nos rodean y no dejar que una sombra, nuestra sombra, los desfigure.

domingo, octubre 14, 2012

trofeo


Elogios incrustados en su corazón como diamantes. No se atreve a quitarlos, por si la sangre sale a borbotones.

sábado, octubre 13, 2012

3 retratos


No quiere que le comprendan. Cultiva la confusión y evita las confesiones, incluso las más triviales. Es su forma de seguir con vida, de no gastarse.



A fuerza de evitar su propia mirada en el espejo termina conociendo cada pliegue y repliegue de su cuerpo, hasta los que aún no existen.



Cada vez que empieza a masticar, algo se retuerce de dolor al otro lado de la calle.

miércoles, octubre 10, 2012

tranströmer en madrid



(haz click sobre la imagen para ampliarla) 


El próximo jueves 18 de octubre, es decir, dentro de ocho días exactamente, el poeta sueco y Premio Nobel Tomas Tranströmer visitará Madrid para asistir a una lectura en homenaje a su obra. Será en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes, a las siete y media de la tarde, y el acto vendrá introducido por unas palabras de bienvenida de otro escritor tocado recientemente por la varita de la Academia Sueca, Mario Vargas Llosa. La mujer del poeta, Monica Tranströmer, leerá los poemas originales y un puñado de admiradores de aquí (José Manuel Caballero Bonald, Juan Antonio González Iglesias, Esther Ramón, Carlos Pardo, Martín López-Vega, Juan Marqués y un servidor) le daremos la réplica leyendo su traducción española. Será una ocasión especial, sin duda; la mejor manera de celebrar la palabra de un poeta que, por desgracia, no puede ya decirlas de viva voz.

Acaba de colgarse en el blog del Círculo de Bellas Artes «La lógica del sueño», un breve texto que publiqué el año pasado en uno de los primeros números de El Cuaderno con motivo de la concesión del Nobel a Tranströmer. Y cuelgo, aquí, uno de mis poemas favoritos de entre los muchos que ha traducido Roberto Mascaró para la editorial Nórdica. Un simple aperitivo, una invitación a estar el jueves 18 con el gran poeta sueco. No se lo pierdan.



música lenta

El edificio está cerrado. El sol entra por las ventanas
y calienta la parte superior de los escritorios
que son tan fuertes como para cargar el peso del destino del hombre.

Estamos afuera hoy, junto a la extensa y ancha ladera.
Muchos llevan ropas oscuras. Uno puede estar al sol y cerrar los ojos
y sentir cómo es soplado lentamente hacia adelante.

Rara vez vengo hasta el agua. Pero ahora estoy aquí,
entre grandes piedras con espaldas pacíficas.
Piedras que lentamente han caminado hacia atrás desde las olas.


trad. Roberto Mascaró

domingo, octubre 07, 2012

estaciones 3 y 4





3

Las cosas que te dicen
son muy sensatas, pero
no te interesan,
están muy lejos de ayudarte,
y sólo
por respeto te paras a escucharles,
sin impaciencia,
mientras hundes el pie entre malentendidos
y el silencio prospera
como un tumor en la garganta, tienes
razón, no lo había pensado,
y el paso fiel, el ojo acuoso.


4

Desiertos de los días, demonios de mis noches,
decidme,
¿qué fue de la materia que fue vida,
en qué acabaron
la sangre y su latido, el agua
crispada del deseo?
Ya no quedan preguntas,
tan sólo una insistencia muda,
como el dormir,
y la niña que el tiempo no ha disuelto
jugando
con la noche, con los demonios, consigo misma.


jueves, octubre 04, 2012

austeridades / 2





Hace justamente veinte años, en octubre de 1992, en una de mis primeras visitas a la librería Waterstone’s de Sheffield, encontré Groundwork: Selected Poems and Essays, una antología de la poesía y los ensayos de Paul Auster editada por Faber & Faber. Sorpresa mayúscula. Los ensayos ya los conocía por la edición española de Edhasa (El arte del hambre), pero la poesía –seca, lapidaria, trabada como un nudo gordiano– fue un descubrimiento y no tardé en ensayar los primeros borradores de una traducción que pasaría por muchos otros antes de ver la luz, en Pre-Textos, en la primavera de 1996 (el título del libro era, y sigue siendo, Desapariciones). Fue mi estreno como traductor de poesía en una editorial comercial, y aún recuerdo los cinco días que pasé en casa escribiendo la introducción, lleno de dudas, poniendo una palabra tras otra como quien levanta una pared a pulso. Era final de enero y anochecía a las cuatro de la tarde. De vez en cuando salía a dar una vuelta para despejar la cabeza, pero el frío y la nieve endurecida de las aceras no tardaban en hacerme regresar. Alguien, delante de mi ventana, había dejado una señal de tráfico indicando la presencia de obras: una enorme placa triangular con la silueta de un hombre hundiendo su pala en un montón de tierra. Después de pasar el día frente al ordenador (con el ratón girando como una rueda de molino), la presencia de aquella señal ante mi casa parecía un gesto de complicidad, un aviso.

Dos años después Anagrama, en su colección de bolsillo, reunió en un solo volumen (Pista de despegue) los poemas y ensayos de Auster, estos últimos traducidos por María Eugenia Ciocchini. Aproveché la ocasión para revisar con detalle mi trabajo y el resultado fue un libro muy distinto, casi una reescritura. No sé si muchos se dieron cuenta; en realidad, ambas ediciones han convivido a lo largo de casi quince años y cada cual tiene su razón de ser, sus lectores. Las veo como hermanas mellizas, semejantes entre sí y también a sus padres (en este caso, los poemas originales), pero con personalidades distintas y no siempre conciliables que pueden incluso reñir cuando la ocasión lo exige.

Ahora Seix-Barral se ha embarcado en el proyecto de dar la Poesía completa de Paul Auster. Lo de «completa» requiere una explicación. Se trata, en efecto, del libro de Pre-Textos más cerca de treinta inéditos, pero todo él –también la introducción– ha sido revisado sin piedad, como si lo hecho hasta ahora no hubiera sido más que un borrador o un trabajo preparatorio. Dieciséis años no pasan en balde, y más cuando se trata de una poesía tan dura y exigente como la de Auster: una poesía en la que cada palabra cuenta, donde los silencios y las elipsis no dejan de hablar y que apenas si deja entrever las circunstancias y motivos que animan su escritura. Una poesía abstracta, podría decirse, si no fuera porque está gobernada por el ojo, por un mirar constante en dirección al mundo, como si Auster hubiera aprendido la lección de Alechinsky o de Bradley Walker Tomlin (a quien dedica justamente un largo poema) para crear conjuntos donde la sensualidad de las formas y la tentación figurativa convive con un fuerte impulso abstracto.

Hace unos días el ABC Cultural, además de publicar una larga y muy recomendable entrevista con Paul Auster, dio en primicia tres breves poemas (inéditos) del libro que llegó a las librerías este pasado lunes. Por su intensidad, por su cortante delicadeza, están quizá entre lo mejor del conjunto, y me parece oportuno citarlos de nuevo para cerrar esta nota. Nos recuerdan que el Auster novelista fue una vez un aprendiz en el taller del silencio, un joven obsesionado por pesar y sopesar cada palabra, alguien para quien cantar era imposible pero que empleó la poesía para aprender a contar. Y que todo lo que ha contado desde entonces sería bastante menos seductor si no hubiera convivido antes con el misterio de las palabras, del mundo, y del espacio que separa unas de otro.



Bradley Walker Tomlin



descripción de octubre

Los abatidos, ilusorios robles
de nuestro norte celestial, cálido como piedra, irguiéndose
en el aire endeudado
de sangre que prospera
en torno a estos viñedos casi en sazón. Más lejos aun
que la ebriedad que habremos respirado,
el ala de una urraca ha de girar
hasta prenderse en nuestra sombra.

Ven
a por la calderilla de tristeza
que tengo para ti.




de sombra a sombra

Contra la fachada del atardecer:
sombras, fuego y silencio.
Ni siquiera silencio, sino su fuego,
la sombra
que arroja un respirar.

Para entrar en el silencio de este muro
debo dejarme atrás a mí mismo.




visible

Bobinas de relámpagos, desovilladas
en la noche escindida de invierno: truenos
tirados por estrellas, como si

tu fantasma hubiera pasado, ardiendo,
por el ojo de una aguja y se hubiera afinado
hasta la transparencia con la seda
de la nada.



trad. J. D.

lunes, octubre 01, 2012

estaciones 1, 2

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.


1

Has vuelto a retrasarte,
pero la novedad
no es esa, siempre te retrasas,
siempre lo has hecho,
y la tensión que asoma mientras pones
los platos
o remueves el guiso que nunca está en su punto
es otra cosa,
el barbecho de un cielo inapetente
que calla lo que ha visto,
el frío seco que da en hueso
cuando abres la puerta y no es nadie.


2

El miedo,
es el miedo otra vez, piensas, mientras la luz
se hace más fuerte
en el patio interior y la mañana
arranca sin certezas,
tan sólo la voz de una niña
en el piso de al lado, un ruido
de puertas y ascensores
para gentes seguras de su oficio,
nombres redondos,
y la leche que hace un momento pusiste al fuego
se quema.


[…]