Mostrando entradas con la etiqueta álvaro valverde. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta álvaro valverde. Mostrar todas las entradas

viernes, marzo 08, 2019

circe maia / el cultural


Y entonces, un día, Álvaro Valverde reseña Múltiples paseos a un lugar desconocido. Antología poética 1958-2014 de Circe Maia en las páginas de El Cultural. Una lectura cercana. Una lectura necesaria.

También aquí.




miércoles, enero 23, 2019

josé corredor-matheos / novedad





Cuando ves una hormiga
en el camino
procuras no pisarla.
Si acaso la mataras,
por descuido,
habría de menguar
el universo.
Llega hasta ti el perfume
del romero y la adelfa,
de la dama de noche.
Hormigas y perfumes
se convierten de pronto
en tu horizonte.
La tierra, al fin, abierta,
los arbustos tronchados,
las raíces al aire,
la verdad descubierta.
Seguirás tu camino
y encontrarás más cosas,
seres vivos,
una presencia
sólo adivinada,
que no han de aparecer
ya en el poema.




Si hace exactamente dos años y medio –en junio de 2016– anunciaba en esta bitácora la publicación de una antología de la poesía primera de Ángel Crespo (La voluntad de perdurar) en la colección Voces sin tiempo, editada desde Badajoz por la Fundación Ortega Muñoz y dirigida por Álvaro Valverde y un servidor, hago ahora lo propio con este volumen, el sexto de la colección, de su amigo y contemporáneo José Corredor-Matheos.

El paisaje se hace en el poema, que así se titula el libro, reúne ochenta y seis poemas espigados del conjunto de su obra y dedicados, todos ellos, a su relación con el mundo natural, quizá la veta central y más significativa de su obra. Un vínculo con la naturaleza que se funda en la contemplación fascinada, el aprendizaje moral y estético y una profunda empatía con los seres vivos, desde la golondrina que vuela en círculos sobre un sembrado al más humilde insecto pasando por la familia numerosa de los árboles o los jardines que son refugio y cifra de la belleza, ese tiempo otro de la serenidad y el asombro.

El libro –que incluye, por cierto, tres inéditos– aparece cuando su autor está a punto de cumplir noventa años (nació, recordémoslo, en Alcázar de San Juan, Ciudad Real, el 14 de julio de 1929). Hablamos de casi siete décadas de fidelidad a la creación literaria y artística como poeta, traductor, crítico de arte, divulgador y editor desde la publicación de su primer libro de poemas, Ocasión donde amarte, en 1953. Pero quizá lo que más sorprende y admira de Corredor-Matheos es la modestia y la sencillez genuinas con que sigue llevando su vida después de una trayectoria que le ha permitido trabajar con muchos grandes (Alberti, Miró, Dalí, Tàpies, etc.) y estar en el centro de proyectos culturales de largo alcance en la Barcelona de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Pocas personas he conocido tan libres de vanidad o de resentimiento, y eso se trasluce, en última instancia, en una poesía que combina la ingenuidad y la capacidad de extrañeza propias de un niño con la sabiduría de quien ha vivido y pensado largamente.

Copio seguidamente un fragmento del prólogo que he escrito para el libro, que llega estos mismos días a librerías (lo edita, como ya he dicho, la Fundación Ortega Muñoz, y lo distribuye UDL Libros):

 

[…] La naturaleza, para Corredor-Matheos, ha sido tanto presencia pura como correlato de ciertos estados anímicos o emocionales. Es también un interlocutor con el que ha ido dialogando a lo largo de los años, escuchando sus enseñanzas, acechando sus misterios, aguardando sus señales. La cuestión, supongo, era encontrar formas de hacer más llevadero el peso del yo, de romper como fuera los grilletes de un subjetivismo miope que nos pone siempre a los pies de los caballos del deseo... y de su reverso: la angustia. Este trabajo de abolición del yo se anuncia en muchas piezas de los años sesenta, pero se afianza con la publicación de Carta a Li Po en 1975 y, sobre todo, con el tono más lúdico y desenfadado de Jardín de arena (1994), donde la influencia oriental es determinante y supone un cambio revelador: si hasta mediados de los setenta «yo» es el pronombre enunciador de estos poemas, en los ochenta (con la escritura justamente de Y tu poema empieza) ese pronombre pasa con frecuencia a ser «tú», un tú que implica distancia y a la vez desdoblamiento, que permite al poeta dialogar consigo mismo, pero también poner en solfa su propia existencia: «¿Por qué tú has de ser tú?». Son poemas donde ese tú se relata, se aconseja, se amonesta incluso; donde se da indicaciones a sí mismo sobre cómo llevar su relación con el mundo natural, sus plantas, sus animales, sus cambios de clima, el modo en que los nombres, lejos de normalizar o subrayar o aclarar las cosas, oscurecen su relación con ellas. Como ha señalado el poeta escocés John Burnside, nombrar es extraviar, pues esa misma «gramática / que viste y mina nuestro pensamiento / oscurece [nuestro] asombro ante este, el imposible mundo». Es como si el afán de Corredor-Matheos de poner el yo en cuarentena hubiera debido pasar antes por callarlo o abandonar su uso: una especie de purga, de limpia benéfica. Lo recuperará años más tarde, sí, pero sólo cuando «el don de la ignorancia» haya hecho su efecto, cuando ese yo se haya convertido en un tú cualquiera, en todos. La relación con el mundo natural es un aprendizaje, desde luego, pero consiste precisamente en desaprender los nombres y abrazar las presencias, desechar los conceptos y desvelar las relaciones, quedarse inmóvil en el tiempo y saltar en el espacio, ir de una cosa a otra por la red que las conecta en un solo instante de percepción. […]
 



sábado, junio 11, 2016

rafael cadenas en casa de américa





Hace casi dos semanas –en concreto, el pasado lunes 30 de mayo– tuve el honor de participar en el homenaje que Casa de América tributó en Madrid al poeta venezolano Rafael Cadenas, todo un ejemplo moral y literario en estos tiempos de zozobra que vive su país. Había mucho que celebrar: no solo la publicación de su nuevo libro En torno a Basho y otros asuntos (Editorial Pre-Textos), sino también el XII Premio Federico García Lorca de poesía que pocos días antes le había sido entregado en Granada.

La velada, en la que también participaron los escritores y críticos Marina Gasparini, Antonio López Ortega, Manuel Rico y Álvaro Valverde, fue conmovedora y se cerró con una breve pero certera lectura del poeta. Lo cuenta el propio Álvaro con detalle en una crónica impecable, como todo lo suyo.

Ahora el periódico digital Prodavinci, que ha seguido de cerca la visita española de Cadenas, ha tenido la gentileza de publicar el texto de mi intervención. Se titula «Rafael Cadenas: contención y reticencia» y se puede leer aquí.

lunes, diciembre 21, 2015

reseñas


Poco a poco van viendo la luz algunos comentarios que recogen la reacción de los lectores a los dos libros que he tenido el atrevimiento de publicar recientemente. El que más fortuna está teniendo de los dos (no sé si debo añadir: curiosamente) es Don de lenguas, mi librito de entrevistas literarias editado con mimo por Confluencias. Creo que el más madrugador fue Francisco León, que reunió algunas citas significativas en su bitácora. Una especie de aperitivo de la reseña (lúcida y atenta) que le dedicó por esas fechas Carlos Alcorta. Y, más recientemente, Eduardo Moga ha publicado en su bitácora un generoso comentario del libro que es también una breve antología del mismo. Los tres son poetas, claro, y los tres han sabido apreciar a la perfección el carácter ensayístico y reflexivo de estas conversaciones, muchas de las cuales giran precisamente sobre el arte poético.

Así también Álvaro Valverde, que hace unas semanas escribía por extenso sobre Don de lenguas en su bitácora, ha tenido la gentileza de reseñar mi antología Nada se pierde (Prensas de la Universidad de Zaragoza) en El Cultural del pasado viernes 18 de diciembre. A todos ellos, gracias de corazón.

sábado, noviembre 17, 2012

monósticos / el libro


V.

No queda nadie en pie, los tuyos duermen.
El silencio se vierte sin prisa en tus oídos.
Un no es no es no.
No hay nadie a quien culpar, ningún pretexto.
Alguien, en otra noche, piensa furiosamente en ti.





«Formatos matemáticos para mundos interiores, aritmética de selvas». Así definió el poeta Eduardo Moga, en un mensaje reciente, los Monósticos que acabo de publicar en una hermosa edición ilustrada gracias al esfuerzo y el compromiso de Del Centro Editores. También el poeta Álvaro Valverde, en su bitácora, le ha dedicado una inteligente y generosa entrada, como todas las suyas. Aunque el libro se ha publicado en edición limitada (quizá no tanto: cien ejemplares), poco a poco va encontrando un puñado de lectores bien predispuestos. Debo confesar que me siento cómodo en este formato y este ámbito de recepción, tan domésticos: de alguna manera, preserva para los poemas esa intimidad en la que nacieron y de la que, tal vez, nunca deberían salir.





Como habrá quien no sepa de qué estoy hablando, recuerdo que Monósticos es un poema en 21 partes, algunas brevísimas, del que ya he ido dando muestras en el pasado. El libro viene acompañado de las imágenes –hechas para la ocasión– del pintor Haritz Guisasola y se puede adquirir llamando o escribiendo al Centro de Arte Moderno de la madrileña calle de Galileo (en cuya página aparece toda la información pertinente). Copio aquí la ficha técnica. Tal vez esté mal que yo lo diga, pero el trabajo de Claudio y Raúl, los editores del CAM, ha sido espectacular.


Monósticos. Poemas de Jordi Doce. Ilustraciones de Haritz Guisasola. Del Centro Editores. Madrid. 2012. Primera edición. Edición artesanal de 100 ejemplares firmados por el autor y el ilustrador impresos en papel Fabriano de 160 g. en rama presentado en carpeta revestida en tela con guarda de papel estampado a mano. 64 p. ISBN: 978-84-92816-58-3. PVP 29 €





sábado, abril 28, 2012

álvaro valverde





En el otoño de 1994 publiqué mi primer libro de poemas. Se llamaba La anatomía del miedo, había merecido el Antonio González de Lama el año anterior y vio la luz en una edición feamente institucional del Ayuntamiento de León; uno de esos libros de poesía, tan abundantes por otra parte, que obtenían algún premio y terminaban pudriéndose en los sótanos de un edificio administrativo. Recuerdo mi desencanto cuando supe que el libro no lo publicaría la legendaria colección «Provincia» (no sé por qué, me había hecho esa ilusión), y también con que obstinación presioné al responsable de cultura del ayuntamiento para que me reservara cuatro o cinco cajas del libro: doscientos o trescientos ejemplares, ya no recuerdo, que cargué en el maletero del coche y procedí a enviar a todos los rincones del país. En aquella época anterior al correo electrónico y el Facebook no era fácil hacerse con las señas postales de los poetas a los que uno admiraba (había que solicitarlas a amigos comunes, trabajar con listados de dudoso origen), y uno gastaba un tiempo precioso en sondeos y averiguaciones que en ocasiones tampoco garantizaban nada.

No sé cómo logré las señas de Álvaro Valverde (Plasencia, 1959). Dos o tres años antes había leído con entusiasmo Una oculta razón, su segundo libro, premio Loewe en 1991, y pensé sinceramente que aquellos poemas míos, llenos de intensidad juvenil y torpeza formal, podían interesarle; compartíamos, como poco, una misma pasión escenográfica, el gusto por contar los fragmentos o el claroscuro de una historia... Fue más que eso. Álvaro respondió con una carta generosa y amabilísima, en la que tenía la delicadeza de pasar por alto los defectos del libro y subrayar sus aspectos más atractivos o promisorios. Fue, creo, junto con Jorge Riechmann, el único de los poetas a los que yo leía asiduamente que respondió a mi envío con algo más que un seco acuse de recibo.

De aquella carta arrancó una relación, al principio epistolar, que no ha dejado de prolongarse y ramificarse desde entonces. Durante el resto de aquella década las cartas entre Sheffield, Plasencia y Oxford menudearon con una frecuencia que nos permitió conocer de primera mano la creación de nuestros libros respectivos. En algún momento reseñé su Ensayando círculos en Cuadernos Hispanoamericanos y brindé por él cuando quedó finalista del Café Gijón de Novela por Las murallas del mundo. El encuentro personal, sin embargo, tuvo que esperar a la primavera de 2001, y fue en mi Gijón natal, donde él y Yolanda, su esposa, tenían familia. Como sucede siempre que uno ve en persona a alguien con quien se ha escrito mucho, el encuentro empezó con algo de prudencia y hasta de aprensión, pero no tardó en adoptar el mismo ritmo vivo y cordial de las cartas. Dos tímidos como nosotros no se merecían menos. Supongo que yo hablé más de la cuenta (siempre lo hago) para disipar los nervios y que él mantuvo su reserva habitual, ese fondo de pudor y laconismo que sus amigos conocemos bien y por el que a veces cruzan unas pocas chispas de ironía marca de la casa que son, en realidad, su forma de autodefensa.

Los años nos han ido deparando nuevos encuentros, a veces en contextos de trabajo algo insospechados. Nunca olvidaré que cuando me vi fuera de Letras Libres, allá por el otoño de 2004, Álvaro me llamó para que le ayudara desde Madrid con la organización de los Premios a la Creación de la Junta de Extremadura. Fue, como se suele decir, un gesto providencial, una muestra de cariño y confianza que nunca terminaré de agradecerle. Años después, Antonio Franco nos propuso desde Mérida codirigir la colección de poesía «Voces sin tiempo» de la Fundación Godofredo Ortega Muñoz. Nos dio tiempo a publicar sendos libros de Philippe Jaccottet y Mario Luzi en edición bilingüe, luego la dichosa crisis intervino y ahora andamos a la espera de que la niebla se disipe para remprender el viaje. En fin, resumiendo, que si Extremadura es una de mis referencias sentimentales, un lugar al que siempre me apetece ir, donde me siento como en casa y entre amigos con los que puedo charlar y compartir inquietudes (Miguel Ángel Lama, Elías Moro, Antonio Reseco, José María Cumbreño o Daniel Casado, entre otros), es sin duda gracias a mi amistad con Álvaro. (No me olvido de nuestro querido y llorado Ángel Campos, a quien veo siempre charlando con inteligente malicia por las calles de Badajoz, hace ya diez u once años.)

Muchas veces, a lo largo de este tiempo, le he insistido a Álvaro en la necesidad de preparar una antología de sus poemas. Sus libros, publicados en Visor, Hiperión y Tusquets, no han estado ni mucho menos ausentes de las librerías y las mesas de novedades, pero se imponía, me parece, la necesidad de echar la vista atrás y hacer balance, un alto en el camino. Fuera de otras consideraciones, hablamos de una obra hecha, cumplida, una de las más personales y necesarias de nuestra poesía. Gracias a la editorial La Isla de Siltolá y su responsable Javier Sánchez Menéndez (con la inestimable ayuda de Abel Feu), ese viejo afán nuestro se ha hecho realidad. El resultado es Un centro fugitivo. Antología poética 1985-2010, un exquisito volumen de poco más de doscientas páginas en el que ofrecemos una panorámica tan amplia como exigente de su poesía. Se compendian aquí veinticinco años de escritura (los dos compartimos el amor por los números redondos) precedidos por un breve estudio de introducción en el que he intentado, mal que bien, desvelar algunas de sus claves: su tono meditativo, el uso de una dicción escueta y sobria, poco amiga de alardes expresivos o vuelos metafóricos, su pasión terrestre, el modo en que una y otra vez ilumina, bajo el horizonte de la memoria, la relación entre el sujeto y su entorno... La preparación final de este libro nos ha llevado todo el invierno (un invierno de relecturas y revisiones, de mensajes y preguntas interminables, de dudas y conclusiones siempre interinas), a tiempo para que el fruto vea la luz en primavera, en plena Feria del Libro de Plasencia, donde lo presentaremos el próximo jueves 17 de mayo con una conversación pública que será –o así me lo parece– el reverso de la que mantuvimos, hace cosa de tres años, en Villanueva de la Serena.

Será también, por cierto, ocasión de saldar una vieja deuda. Porque la triste realidad es que no he estado nunca en Plasencia ni conozco de primera mano el paisaje y la atmósfera que alientan detrás de la poesía de Álvaro. Esta omisión me resulta incomprensible y hasta me avergüenza un poco. Es hora de repararla. Así que este próximo 17 de mayo viajaré a Plasencia con la impresión, nada exagerada, de estar cumpliendo un peregrinaje. O de honrar una amistad que no en vano alcanzará, el otoño que viene, su mayoría de edad.

Cierro esta nota con el último poema del libro, un inédito que de algún modo hace de cifra y conclusión (provisional) del viaje que Álvaro inició hace treinta años. Los que le hemos ido acompañando en este viaje como lectores sólo podemos alegrarnos de que siga aquí, siempre alerta, algo aturdido como todos por el paso del tiempo pero con la fe y la pasión intactas. Que sea por muchos años.


aquí

Estás sentado solo frente al valle
con un libro en las manos
que abandonas a ratos
para poder mirar,
con la calma debida,
cuanto la vista alcanza.
Suena el silencio. A veces,
el rumor de las ramas
o el canto intermitente de algún pájaro.
Respiras hondo. Ves.
Aprecias uno a uno los momentos
que te concede este vivir al margen.
No haces tuya la queja
de los que quieren irse
pero que aplazan siempre
la ocasión de su huida.
Permaneces aquí
por propia voluntad:
es éste tu lugar.
Tú eres de él.


sábado, marzo 03, 2012

valverde + burnside


Álvaro Valverde escribe por extenso, y por profundo, sobre la antología de John Burnside que acaba de ver la luz en Pre-Textos. No sólo consigue reunir en las mismas líneas a Aníbal Núñez, Adam Zagajewski y Arthur Terry, sino que resume con emocionante perspicacia las líneas maestras de la poesía de Burnside. Gracias, caro. Es un honor contar con amigos y lectores así, generosos y alertas, que siempre esperan con interés lo que uno quiere compartir con ellos. Para celebrarlo, ahí va otra miniatura del poeta escocés; un poema de su primera época, la huella verbal de una epifanía que, en su caso, suele tener lugar en invierno, bajo la luz más tenue del frío.




Ocho de la mañana, cerca de Chilworth

Algo ha cruzado la campiña,
una serie de huellas de garras
llenándose de agua color ciruela;

las estaciones se suceden durante millas:
una sola blancura enhebrándose al sol;
allá en el bosque

los zorzales cantores hacen temblar la nieve
sobre los avellanos, y la mancha que deja
la raposa es un eco de las fábulas

que los niños se cuentan al regresar a casa:
incrédulos a medias, deslizando los dedos por el vidrio,
duplicando cada copo de nieve con su brillo interior.


trad. J. D.

lunes, mayo 23, 2011

invisible

.

Hace pocas semanas, al término de su perspicaz lectura de Perros en la playa, el poeta Álvaro Valverde confesaba que había escrito un poema a partir de uno de los fragmentos del libro, una suerte de objet trouvé hecho con las palabras que escribí –algo alocadamente– hace siete años sobre el lugar que le estaba reservado en nuestro mundo a ciertos escritores (seguramente también yo estaba confesándome, aunque quisiera disfrazarlo de mala teoría). Curiosamente, este fragmento forma parte de las notas que decidí no publicar en esta página, así que puedo dar ahora el poema –que Álvaro me ha enviado hace unos días– casi como una primicia. También como un texto a dos manos, una obra en colaboración que no sería posible sin una amistad de casi veinte años, esa cercanía o complicidad que se establece con el tiempo. En cierto modo, la operación de reescritura de Álvaro me reafirma en la idea de que hay mucha poesía en Perros en la playa, aunque no adopte la forma ortodoxa del poema. También de que a la casa común de la escritura se llega por muchas puertas, aunque no todos quieran darse cuenta o cuiden esa casa por igual. En fin, glosas aparte, aquí está el poema. Obrigado, Álvaro, de corazón.


Invisibilidad

Siguiendo tu consejo,
estoy atado al mástil de mí mismo.
al de mi soledad, al de mi orgullo,
al de mi condición de persona invisible.
Ni juez ni periodista
y menos policía;
el que va por ahí sin ser notado
y capta de un vistazo
el sentido de ésta o de cualquier escena;
el que sale de casa y vuelve a ella
sin anclaje posible en sitio alguno.
Soy el furtivo, en suma.
El tiempo nos devora,
nos consume, vacía de nosotros
todo aquello
que acaso contenemos de valioso:
envidia nuestros cuerpos, la materia
donde el recuerdo tiene asiento
y nos permite ir y venir
por las calles de los años
con secreta libertad.
Por tal razón
hay que vivir con disimulo,
perdido entre la multitud
pero a un palmo de ella
para que así no nos advierta el tiempo
y que pase de largo
y sin embargo se deje ver
ante nosotros: sus testigos,
sus observadores, sus escribas.
Aunque nadie
nos haya confirmado en nuestro puesto,
y precisamente porque nadie lo ha hecho.

Álvaro Valverde
.

domingo, abril 17, 2011

perros en plasencia

.
En nuestro querido mundo literario, como en el mundo en general, hay dos clases de personas: los que dan, los que siempre ofrecen más de lo que uno espera o merece, y los que controlan (el contacto, el abrazo, el elogio), los que se reservan y no dicen y guardan siempre algún cálculo en la manga. Estos segundos son legión y no vale la pena nombrarlos. ¿Para qué? El mundo es suyo, están en todas partes y sus criterios de ahorro y de eficiencia saben convertir casi cualquier vínculo en una transacción económica.

Tiene uno la suerte, por el contrario, de contar con no pocos amigos entre los primeros, y uno de ellos es el poeta y novelista Álvaro Valverde, que ha tenido la gentileza y la generosidad de comentar, en público o en privado, todos mis libros desde aquel lejano y primerizo La anatomía del miedo que publiqué en 1994. Ahora lo hace con Perros en la playa, y su comentario atestigua una complicidad y una comprensión profundas de lo que guardan sus páginas. Un reconocimiento, en suma. Ha sabido entender muchas de las líneas de fuga que hacen del libro lo que es, ver sus partes integrantes y la sombra que arrojan al leerlas. Como siempre, por lo demás. Muito obrigado, Álvaro. Y no te despistes, que espero ese poema.
.

martes, julio 27, 2010

ecos

La ciudad consciente ha encontrado, cómo no, una mirada cómplice en Plasencia. Gracias, Álvaro, una vez más (y van...). También me alegra saber que las páginas introductorias del libro, escritas sin ánimo polémico pero sí con ganas de compartir ideas que me rondan desde hace tiempo, no son malinterpretadas.

martes, septiembre 16, 2008

agradecimiento y recuerdo

Estoy realmente conmovido con la respuesta que La vibración del hielo está teniendo entre algunos amigos blogueros. Ahora es Antonio Rivero Taravillo, enorme traductor, actual biográfo de Cernuda y tal vez la persona que más sabe entre nosotros de literatura celta (y de all things Irish en general), quien dedica unas cariñosas líneas al librito. Muchas gracias, Antonio. (No os perdáis, por lo demás, el relato de su impagable viaje "cernudiano" a Estados Unidos.)

Mi recuerdo es para Álvaro Valverde, víctima de la estulticia con que de nuevo se manejan los asuntos culturales en nuestro país. No sé yo si está Extremadura (si está ningún sitio) para prescindir de una persona de su categoría al frente de la Editora Regional. Digo categoría personal; la otra se sobreentiende. Y qué maneras de hacerlo, además. Me consuelo leyendo Desde fuera (Tusquets), su más reciente libro de poemas. Un libro de madurez, de espléndida madurez. Pienso que ahora, quizá, Álvaro tenga más tiempo para escribir los poemas que sus lectores necesitamos leer. Porque sí, regresar cada poco a ciertos poetas es una necesidad. Yo confieso mi dependencia de la escritura ceñida, precisa, clara y profunda a la vez, de Álvaro Valverde. Este libro se ha hecho esperar, pero me ha devuelto la emoción con que leí en su día Una oculta razón, el libro que me lo descubrió y que sigo prefiriendo, sin duda por razones sentimentales, entre los suyos.