domingo, agosto 30, 2009

li-young lee / poema

Conocí la poesía de Li-Young Lee (1957) gracias a una antología de textos dedicados a la ciudad de Nueva York editada, creo, por el MoMA. Entre los muchos fragmentos de escritores conocidos (de Henry James a Jack Kerouac, de Djuna Barnes a Susan Sontag) aparecía este breve y memorable poema de desamor, un fragmento de su libro The City in Which I Love You [La ciudad en la que te amo] con un aire vagamente hoperianno, casi como si Hopper se hubiera trasladado a los paisajes de Taxi Driver o a una película crepuscular de Cassavetes. Es un prodigio de sencillez y sin embargo nada en él es fortuito, nada está dejado al azar: la localización en un barrio marginal, las cuatro líneas con que dibuja el estado de ánimo del hablante, las imágenes que cifran la ruina universal, la comparación que cierra el poema y lo deja en suspenso, detenido en los gerundios del penúltimo verso. Y de vez en cuando, como astillas incrustadas en la madera del verso, dos o tres imágenes de corte irracional que introducen su pequeña dosis de inquietud aprensiva. No pude resistirme y traduje este poema casi al instante, como una prolongación natural de la lectura.

Autor de cuatro libros de poemas, en 1995 Lee publicó un libro de memorias, The Winged Seed: A Remembrance, sobre su singular peripecia biográfica. De origen chino pero nacido en Indonesia, su padre había sido médico personal de Mao Tse-tung. La familia huyó de Indonesia en 1959 y, después de un viaje de cinco años que los llevó por Macao, Hong Kong y Japón, los Lee se instalaron en Estados Unidos. Como Simic quince años atrás, Lee adoptó el inglés como lengua literaria, pero no ha perdido contacto con el mundo familiar, la vieja sangre que cruza como un río las llanuras de la imaginación y le permite ver a su país adoptivo con las ropas del extrañamiento y la distancia.



La mañana desciende a esta ciudad vacía de ti.
Páginas y ventanas prenden fuego y tú no estás.
Alguien barre su tramo de acera,
despierta a los borrachos, tirados como ropa sucia,
y tú estás lejos.

No estás en el viento
que alguien anota en el margen de un libro.
Te has ido de las breves hogueras en solares vacíos
donde formas humanas se apiñan,
aspirantes a su propio fantasma.

Entre muros de ladrillo, en un espacio no más ancho que mi rostro,
un retoño sin hojas se yergue sobre el barro.
En sus ramas, un nido de bocas desolladas
abriéndose y piando, fuegos escuálidos que han de comer.
Mi hambre de ti no es menor que la suya.
.

7 comentarios:

María Jesús Siva dijo...

La desolación que deja la ausencia. La presencia aplastante de quien se fue en el espacio que habitanos solos, desnudos.
Saludos

Anónimo dijo...

Muchas gracias por el poema, estupendo final,magníficamente traído. Hay algo traducido en España? Un saludo

Jordi Doce dijo...

Gracias, Ada, anónimo, por desgracia yo no he encontrado más de Lee en nuestro país. Habrá que ponerse algún día. Saludos, j12

AMEIS dijo...

Hoy debe ser mi noche de suerte, estoy disfruntando mucho con tu blog, Jordi, me voy a quedar un buen rato por aquí leyéndote y disfrutando de tus traducciones. Este poema me ha encantado.
Saludos,
Sonia

Jordi Doce dijo...

Siempre eres y serás bienvenida, Sonia, gracias por pasarte por aquí y compartir tu parecer, tu reacción. Saludos, J12

Anónimo dijo...

gracias por la traduccion donde encuentro mas? adolfo desde argentina

Jordi Doce dijo...

Gracias, anónimo. La editorial hispano-mexicana Vaso Roto ha publicado un libro suyo, "Mirada adentro", en traducción de Enrique Servín. Acaba de salir. Un saludo, J12