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Cuando uno aprende que escribir una página feliz no da siquiera un minuto de felicidad, que no cambia nada en nosotros ni en quienes nos rodean en relación con nosotros, que no nos hace más sabios ni más ligeros, que su felicidad –la de la página– es autónoma y sólo podrá iluminar a terceros a distancia, sin que nosotros lo sepamos o podamos incluso sospecharlo, cuando uno recibe estos fragmentos de decepción, digo, sobreviene una segunda vida, una calma modesta hecha de espacio libre, de irresponsabilidad, que es como decir de nueva juventud, precisamente porque no se tiene nada, se espera menos, y en este páramo preventivo ya no hay ambiciones que agosten prematuramente el deseo.
"El presupuesto del Programa Sur equivale al viaje de un funcionario que
viaja a Miami con una comitiva para buscar un premio"
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Foto: FABIÁN MARELLI
El pasado 24 de abril, en el marco de una extensa nota referida a los días
previos a la apertura de la Feria del Libro de Buenos Ai...
Hace 5 horas
4 comentarios:
En este espacio libre es probablemente donde todavía es posible ser.
En este espacio libre probablemente es donde todavía es posible ser.
Eso es lo que tiene el escribir. Cuando suena la flauta, la oyen muy poquitos y a a esperar otra vez.
El peor oficio del mundo.
Bueno, los hay mucho peores, José Antonio, y se me ocurren unos cuantos, pero desde luego genera no poca insatisfacción. Saludos, J12
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