martes, octubre 25, 2011

burnside / nosotros

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nosotros

Así debiera ser:
la calle azul, el carro de la leche,
olor a tinta y grano.

Nada conforta al ojo
como las vallas y los muros
salpicados de lluvia verde

o crestados de nieve, en
el alba que rezuma.
Nada nos calma tanto
como los setos y las puertas,

la sensación de ser
cuartos secretos
al fondo de la casa única,
dedicados al tiempo y el espacio.



No sé cómo es para los demás, pero el trabajo de producción de un libro me resulta cada vez más difícil. Y no digamos ya si se trata de una traducción. Corregir pruebas es lo de menos; pero es un menos por el que uno, casi sin querer, empieza a dudar de todo, a cotejar obsesivamente la traducción con el original, a preguntarse por qué tradujo este o aquel verso de un modo que ahora –tres o cinco o siete años más tarde– le resulta sospechoso… Se lanza uno a corregir y hasta reescribir versos enteros, y es como si se hubiera abierto la caja de Pandora: cada cambio provoca a su vez media docena, y pronto las ramas (si al menos fueran árboles) impiden ver el bosque. Digo esto porque desde hace días ando inmerso en la corrección de las segundas pruebas de la antología del poeta John Burnside, Conjeturas y esperanza, que Pre-Textos tiene previsto publicar antes de que acabe el año (creo que ya he hablado de ella en esta página). Inmerso es la palabra. Traduje los primeros poemas de Burnside hace como quince años; los últimos, hace dos. Su trabajo me ha acompañado de forma intermitente desde 1993. Y, sin embargo, sigo insatisfecho con el resultado, tocando y retocando los poemas, remiso a enviar el libro a imprenta y darlo por concluso. Es falso que los años den más seguridad. Lo que dan es cierta capacidad de distanciamiento, de resignación: bueno, se dice uno, ya has vivido esto antes y al final el trabajo sale adelante, parece funcionar. Pero la incertidumbre crece con cada nueva entrega, también el recelo, hasta el punto de que debo –no es retórica– obligarme a poner los codos en la mesa antes que el libro se envenene sin remedio.

Entretanto, conjuro el miedo compartiendo en esta página el poema inaugural de la antología; un poema de The Hoop (Carcanet, 1988), el libro con que Burnside se dio a conocer a los lectores y que resume, en apenas unos versos, muchas de las constantes de su obra. Un poema otoñal, sí, también una especie de mantra con el que el propio Burnside se educó para la normalidad (sic) después de muchos años de trastornos vitales y psicológicos. Además, y sin que sirva de lenitivo, creo que dice o habla también en español.


us

This is what ought to be:
blue street, milk float,
the smell of ink and grain.

Nothing soothes the eye
as walls and fences do,
speckled with lilac rain

or snow-ridged, in
the seeping dawn.
Nothing soothes us more
than hedges and doors

and the sense of ourselves
as secret rooms,
deep in the one house,
busy with space and time.
.

6 comentarios:

Al norte de los nortes dijo...

Da un poco de vértigo, ver como un traductor con sus tablas y con sus trabajos tan definitivos en el campo de la traducción también tiembla de inseguridad, bueno, más que vértigo, la verdad alienta. Un saludo de un admirador.
El poema magnífico como siempre.

Jordi Doce dijo...

Gracias, al norte. Supongo que debe de sonar raro, pero te aseguro que no hay retórica en mis palabras. Supongo que se debe a que cada vez la exigencia es mayor, también a que estoy ante un libro de más de 400 páginas con muchas variables, muchos ajustes de última hora que conviene cuidar. En cualquier caso, el libro saldrá. Y espero que los lectores de poesía descubran definitivamente a John Burnside, un enorme poeta. Saludos, J12

Isabel dijo...

¡Qué sensación de sencillez y belleza inspira el poema!
Gracias por traerlo, y gracias también por mostrarnos ese esfuerzo que pocas veces apreciamos en la labor terminada.

Saludos.

Jordi Doce dijo...

Gracias, Isabel!

Céfiro dijo...

Los que sólo leemos en un idioma te lo agradecen (agradecemos).

Alfredo J Ramos dijo...

Si te sirve mi humilde pero longeva experiencia de editor (a veces también doblado de autor), ningún libro que en algún momento de su edición no haya socavado nuestra confiaza y puesto a prueba nuestras más íntimas convicciones... suele merecer la pena (y a veces tampoco esos). Qué bien entiendo (aunque a la debida distancia: mis trabajos son más leves) esa desazón del corrector de pruebas al que «el autor» no deja de reprocharle cosas: tal vez sea algo parecido al pánico escénico. En todo caso, lo que se abre en ese momento (si me permites la broma, y con permiso de Iwasaki, autor de la frase) es más bien «la caja de pan duro»..., algo así como una sensación de que todo es ya del día anterior, ¿no crees? En fin, Jordi, a estar alturas no me cabe ninguna duda de tu pericia como traductor (comparto plenamente las palabras de "al norte"). Seguro que el libro hablará tan buen castellano como otros anteriores (el prodigioso Blake, por ejemplo) y como este poema de la muestra, por cierto, un ejercicio de lucidez cercana que, en efecto, bien puede recitarse como una mantra para empezar el día.
Un abrazo, Jordi, y ánimo para la cabalgada final.