miércoles, abril 06, 2016

notas de un impostor / 7


El minimalismo no puede ser un remedo de ascesis que ignore o haga de menos al cuerpo, que es precisamente el lugar donde debe comenzar –donde cobra sentido– la renuncia ascética: disciplinar sus exigencias, lidiar con sus humores y su inmundicia, estar en la carne hasta olvidarse de ella. Ser un asceta prescindiendo del cuerpo es algo más que hacer trampa: es, literalmente, un ejercicio de superficialidad. El despojamiento no es un ámbito al que se llegue por sublimación o enrarecimiento, rodeando los territorios del cuerpo grosero: es una realidad que está al otro lado de la materia, que surge de darse de cabezazos contra ella, empezando por la propia carne y sangre. Terquedad, insistencia: si no seguimos ese hilo de Ariadna, si no atravesamos el laberinto hasta dar con el monstruo que (también) somos, es que no hemos entendido nada. La renuncia nunca puede ser de antemano.

1 comentario:

Anacanta dijo...

La materia es puro vacío con algunas excepciones. ¿Tiene sencillo temer a la estructura?
Un saludo.