miércoles, abril 27, 2022

ausencias que acompañan


  


Esperanza López Parada, Un tiempo de gracia, Valencia, Pre-Textos, 2022, 86 págs.



Las circunstancias hicieron de Las veces (2014) un libro visiblemente elegíaco, en el que Esperanza López Parada (Madrid, 1962) partía de la muerte de la madre para reflexionar sobre la memoria, el vacío, la herencia familiar, su cadena de ejemplos y contraejemplos… La elegancia reticente y pudorosa de su escritura se despeinaba sin miedo para incorporar materiales de fuerte carga emotiva, que, además, en el extenso poema final, se impregnaban de un acento meditativo que actuaba a modo de recapitulación: del libro, pero también de la vida, de sus vueltas y revueltas.

 

Ahora Un tiempo de gracia, surgido de una nueva etapa de duelo, profundiza en estas claves, pero con un tono menos oscuro, más esperanzado y conforme: «el simple hecho / de estar hoy aquí / y haber sobrevivido». Hay algo sorprendente en esta poesía, y es la manera en que lo conceptual, lo abstracto incluso, convive sin fisuras con lo dramático, lo confesional (que brota en forma de ramalazos, de breves y casi invisibles aperturas hacia lo íntimo): «ahora yo como sola / un solo mantel una pieza de fruta […] eres lo que digiero / esta lágrima y la sal del almuerzo».

 

Si el poema inaugural nos da la «fecha hipotética [en que] dios hizo el mundo / lo redondeó del todo», otro nos habla de ese «punto antes del punto / en que se decide todo el resto de la historia». La visión de López Parada es fatalista, sí, pero da margen para respirar y también para construir ese olvido sanador que llamamos «gracia».

 

El tiempo es aquí la hebra que articula las piezas del libro. Un tiempo que comparece en los títulos de los poemas, fechas todos ellos, y de las tres secciones en que se dividen, pero que es la sustancia misma de la vida, una fuerza inerte que «no se para nunca», «una entropía sin alma» condenada desde su germen a la extinción. Un tiempo-eternidad en el que todo coexiste y que permite a la poeta, finalmente, asumir sin desconsuelo la presencia de sus muertos y convivir con su silencio: «esto es el misterio / voy por el mundo tan habitada / que apenas me sostengo».

 

 

Publicado originalmente en La Lectura de El Mundo, 8 de abril de 2022.

 

 



1 comentario:

ÍndigoHorizonte dijo...

Ese "ir tan habitada" que apenas la sostiene me ha conmovido.

Abrazo.