La fábula de Ícaro no es sólo, como se nos recuerda una y otra vez con dedo admonitorio, un aviso a navegantes demasiado ambiciosos, empeñados en franquear o transgredir el espacio que se les ha asignado, el papel que deben representar. Es también una crítica al modo en que ciertas voluntades proceden a plasmarse e intervenir en el mundo. El fracaso de Ícaro no se desprende, en realidad, de ese exceso de hybris que le lleva a rivalizar con el sol, aunque así lo parezca y así haya quedado registrado al margen de la fábula. Su verdadero error está en haberse contentado con una solución mecánica, esto es, en confeccionarse unas alas con plumas y cera que, llegada la hora de la verdad, no resisten el embate del calor. Nosotros no volamos, el avión lo hace por nosotros.
La genuina voluntad no debe contentarse con este atajo mecanicista; aun a sabiendas de que puede lograr poco o nada por esta vía, no debe plasmarse en el tener, en el simple hacer, sino proyectar su energía y sus vectores en el querer ser, en la creencia disparatada, fuera de todo lugar y razón, de que a fuerza de querer volar nos saldrán alas.
QUOD EROS DEMONSTRANDUM: EL EROS NARRATIVO DE GUILLERMO CABRERA INFANTE
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*[Hoy se cumplen veinte años de la muerte de Cabrera Infante,
ocurrida en Londres el lunes 21 de febrero de 2005. En homenaje a su
figura, pub...
Hace 1 hora
1 comentario:
Si nos salen alas quizá sólo será para estrellarnos desde más altura... De todos modos, me ha gustado el post.
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