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Bueno, es el cruce de la 9 con Hennepin
Todos los donuts tienen nombres de prostitutas
Y el cielo lleva la marca de los dientes de la luna
Como una carpa extendida a lo largo
Y los paraguas rotos como pájaros muertos
Y el vapor escapa de la parrilla
Como si toda la jodida ciudad fuera a saltar por los aires…
Y los ladrillos están surcados por tatuajes de convictos
Y todos se comportan como perros
Y los caballos bajan por la Calle del Violín
Y Dutch está muerto de cansancio
Y todas las habitaciones huelen a gasoil
Y uno recoge los sueños de los que han dormido aquí
Y estoy perdido en la ventana, y me escondo en el descansillo
Y cuelgo de la cortina, y duermo en tu sombrero…
Y nadie trae nada pequeño a un bar por aquí
Todos empezaron con malas instrucciones
Y la chica de la caja tiene una lágrima tatuada
Uno por cada año que él lleva fuera, dijo
Tan guapa y ya echada a perder, ah
No le pasa nada que no arreglen cien dólares
Tiene esa tristeza cortante que sólo empeora
Con el estruendo metálico del Southern Pacific
Y el reloj suena como un grifo mal cerrado
Hasta que estás lleno de ginebra y quinina y ruina azul
Y te confiesas de soslayo al primero que escucha…
Y lo he visto todo, lo he visto todo
Por las ventanas amarillas del tren nocturno…
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¿Cómo olvidar la primera vez que escuché a Tom Waits? Lo descubrí ya tarde, con el disco Rain Dogs (1985), que sigue siendo uno de mis favoritos. De hecho, hace poco, revisando Mule Variations (2004), me pareció como si Waits hubiera querido corregir o emular desde otro ángulo las mejores canciones de Rain Dogs: una sensación curiosa, la de estar escuchando el mismo disco con distintas canciones.
De Rain Dogs me gusta todo, hasta la memorable foto de Anders Petersen que ilustra la portada (tomada en un café de Hamburgo a finales de los años sesenta). Pero hay un corte del disco, en concreto, «9th & Hennepin», que no ha perdido una migaja de su poder hipnótico: un poema que Waits desgrana sobre un fondo de música misteriosa, repetitiva, como de película de miedo, tocada por un pequeño grupo de contrabajo, piano, marimba, sierra musical y clarinete. Una película en miniatura, una fotografía que va mostrando a cámara lenta cada uno de sus fascinantes y sórdidos detalles. Un poema perdido de Bukowski y una estampa digna de Kerouac. «9th & Hennepin» es todo eso y mucho más. Emoción en estado puro. Y una de esas razones que, a los diecisiete años, nos hacen pensar que la poesía puede ser otra cosa, más cercana y también más insólita.
El original, aquí.
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4 comentarios:
El poema, la portada del disco y tu reseña hacen un patrón, gracias por esta armonía.
La de Tom Waits siempre ha sido una voz "biblica", una voz que te habla de tu conciencia... a la vez que ruidosa, real y oscura.
Preciosa descripción e inmejorable invitación para buscar el disco y pasar una tarde lluviosa
Tu blog está excelente, me encantaría enlazarte en mis sitios webs. Por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiar ambos con mas visitas.
me respondes a munekitacate@gmail.com
besoss
Catherine
Me encanta la escena de la película en la que empiezan a fumar después de no haberlo hecho en largo tiempo.
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