Se recuestan en los bancos de madera despintada y dejan que
el sol de marzo les acoja lentamente: el punzón vivo del aire, la cabeza en
ningún sitio, los rostros como agua clara donde no se toca fondo. Van quedando
atrás la noche, los ventisqueros del cuerpo, esos erizos de frío que hibernaron
en la sangre. Cada minuto que pasa estoy
más cerca del día. Pesa el tacto de las llaves, su dibujo memorioso. Me voy a esperar un rato.
MÓNICA DOÑA. SOLES DE MEDIANOCHE
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MÓNICA DOÑA. SOLES DE MEDIANOCHE EDITORIAL RENACIMIENTO Pese al poso de
trascendentalidad que subyace en la cita de Dante que …
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Hace 2 horas

1 comentario:
Ese horizonte, estremecedor, hacia el que todos vamos. Qué bien intuido (o anticipado). Confiemos en que no sea del todo cierto. Su frío. Que haya un consuelo hacia el más acá. Alguna forma última de misericordia. Aunque quién sabe. Un abrazo, Jordi.
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