domingo, octubre 20, 2019

sala 4


Por la puerta de la Sala 4 (Medicina Nuclear / P.E.T – T.A.C) entra y sale gente muy diversa: enfermeras, secretarias –no hay casi varones en estos negociados–, médicos, técnicos de laboratorio, celadores, pacientes en camilla o en silla de ruedas… Los que estamos en la sala de espera, aburridos de esperar, seguimos el ajetreo con más resignación que intriga. Es una resignación egoísta, sin duda. No queremos estar aquí. No queremos ser tantos. No queremos tener que esperar tanto a que nos llamen. Pero la resignación crea su propia burbuja solipsista. Hace años tendríamos la mirada perdida; ahora la hundimos en la pantalla del móvil.

Hoy la Sala 4 está de reformas: tres o cuatro albañiles y una pareja de pintores que van y vienen con botes de pintura y aparejos varios. El mayor de todos, que quizá sea el jefe, me llama la atención porque cada vez que sale o entra por la puerta dice algo. No logro entender lo que dice –es solo una frase, a veces muy breve–, pero que lo hace es indudable. Y también que solo habla cuando entra o sale por la puerta. No lo puede evitar. Es como si supiera por instinto que el trecho de pasillo entre la puerta y la sala de espera es un pequeño escenario. Y que su obligación, o una de ellas, es hablar al respetable, que somos nosotros. Lo hace con voz ronca, atropellada, y más bien para sus adentros, como si repasara verbalmente la faena o se diera instrucciones a sí mismo. Es un albañil con vocación de actor: basta que algunos lo miremos para que tome conciencia de su papel y lo interprete. Y no le falta tarea, desde luego: el trasiego es constante y sus frases se vuelven cada vez más cortantes, casi monosilábicas. Es el archialbañil, en fin, que finge trabajar incluso cuando trabaja. Pero lo hace de manera refleja, sin anunciarse ni darse aires. Ni siquiera se ha dado cuenta de que M. y yo lo miramos con curiosidad. Ahora, mientras escribo estas líneas, le sigo envidiando esa inconsciencia.

2 comentarios:

Abilio Díez dijo...

De regreso me encuentro con esas sorprendentes reflexiones sobre lo que está frente a nosotros, dando motivos a la imaginación para animar los tiempos muertos.
La sala 4 se convierte en el animado escenario de nuestra soledad y por ella desfilan los pensamientos de unos seres enfermos a los que ni el escueto histrionismo del actor involuntario logran distraer de sus temores.


Jordi Doce dijo...

Mil gracias por tu lectura y tus comentarios llenos de complicidad, Abilio. Un saludo muy cordial, J12