Sobre el poder de la palabra.
Veo en las noticias el testimonio del asesino confeso de una muchacha, un caso
de gran repercusión mediática. El hombre cuenta con torpeza que él no pretendía
matarla, que fue un error, que sólo quería callarla o asustarla o dejarla
inconsciente –la había confundido con otra y temía ser delatado. Pero ejerció
una presión desmedida con las manos en el cuello de la víctima y entonces,
cuando quiso darse cuenta, ella –y aquí se detiene, titubea un instante– «…
estaba… parada… inmóvil». Han pasado más de dos años desde el día del crimen,
pero el hombre sigue sin ser capaz de hablar claro, de decir «muerta» en voz
alta. Un síntoma de cobardía que lo delata, sí, pero también la confirmación de
que ciertas palabras son un reflejo demasiado literal o preciso de nuestros
actos. La lengua no es como los ojos, no puede mirar a otro lado, pero cuenta
con eufemismos que le hacen el trabajo sucio. La sinonimia –lo saben bien los
poetas y los abogados de la acusación– puede ser un pariente pobre y algo
vergonzante de la mentira.
‘Acts of Submission’
-
Dear Hon. David Huitema (David), Congratulations on being confirmed to
serve as director of the Office of Government Ethics (OGE). Thank you for
accepting ...
Hace 8 horas
2 comentarios:
También la metáfora lo es, pero que no nos falte.
Abrazos.
De plena actualidad... hoy... de plena actualidad... tantas veces... desgraciadamente.
Abrazo, Jordi.
Publicar un comentario