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Refugiarse en las palabras que uno escribe es tan inútil, o tan absurdo, como buscar la protección de la propia sombra cuando el sol arrecia. Las palabras son también una emanación de ti, algo que desprendes según la inclinación y altura del sol (muchas veces infernal) que las motiva: tus palabras son tan poco tuyas como tu sombra, y tan incapaces como ella de confortarte o acogerte en su seno. Porque no hay seno donde recogerse. Estas palabras que ahora dices son planas, velos con que envuelves y remarcas, pura superficie o proyección que fluye sobre el mundo mientras la noche espera.
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1 comentario:
Al fin y al cabo eso somos, palabras. Por ellas recordamos y por ellas nos recordarán
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