Sale uno con la lluvia pisándole los hombros y descubre en el arcén un par de zapatos de mujer que el agua ha terminado
de arruinar. Cuesta pensar que alguien tire unos zapatos así a la calle.
Están entre dos coches, casi ocultos, y tienen algo de pájaro que ha
quedado muerto en el asfalto, un pájaro sucio y con las alas rotas. Nunca fueron
gran cosa, esas alas, pero al menos su dueña sabía emplearlas para dejar la
tierra un instante, pasar volando.
Doble elegía de enero
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* A la memoria de Juan Manuel
Rozas *
* y Enrique Tierno Galván*
Siento que...
Hace 3 horas
2 comentarios:
Fantástico
que no sea uno solo.
Con alas puede ser más fácil pisar volando.
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