A veces he pensado que en el aire
quedan las huellas
de estos encuentros, la conversación,
un enjambre de frases y palabras
que descienden livianamente
y al hacerlo se ordenan, se alinean
sin prisa
como ladrillos en el suelo:
un zigurat verbal
donde habita la médula del habla,
el templo que debemos
al dios de lo callado.
Nadie nos dio permiso para entrar.
No serán nuestros los pasillos,
las terrazas solares,
los secretos de su liturgia.
La pirámide sólo responde ante la luz.
3 comentarios:
Una perla, redonda y puntiaguda.
"el templo que debemos
Al Dios de lo callado".
Magnifico poema y gran traducción.
Gracias, amigos.
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