sábado, 4 de abril
Esta
frase del poeta Alejandro Krawietz. Se la leí a principios de año en un grupo de
WhatsApp de escritores canarios amigos (soy el único no insular del grupo, y confieso
que la distinción me enorgullece tontamente) y no he dejado de tenerla en la
cabeza desde entonces: «Mejor no hacer nada que hacer nada».
Hablo
por teléfono con mi madre, que está en Gijón, a casi quinientos kilómetros de
aquí. Vive sola, pero siempre ha sido una mujer autónoma y con recursos, así
que por ese lado estoy tranquilo. Lo que más echa de menos, me dice, es ver el
mar. Y eso que el paseo marítimo, el Muro, está exactamente a dos manzanas de
distancia. Acostumbrada a pasear junto a la playa todos los días –o, mejor
dicho, a dar largas caminatas con paso marcial–, esa presencia tantálica la
abruma. Lo comenta con una mezcla de tristeza y de resignación. Tan cerca y tan
lejos. Y pienso en los vecinos de su barrio que están en la situación contraria,
los que viven frente al mar y lo tienen todos los días ante su vista, subiendo
y bajando, cambiando de color según la luz y la hora, respirando con sus maneras
de gran cetáceo. ¿Puede alguien cansarse de ver el mar? Alguno habrá, estoy
seguro. Y, sin embargo, ese horizonte dilatado es justo lo que nos hace falta en
estos momentos. No perder la mirada de largo alcance. No abdicar de la
profundidad de campo.
Salgo
al balcón a media tarde y me sorprende un murmullo apretado, como de agua que corre
entre piedras. Es el viento en los árboles.
Normalidad,
sí. Normalidad y buen humor. Paciencia y disciplina. Lo que no impide que algunos
amigos confiesen temores e inquietudes, malos sueños, momentos de decaimiento… No
siempre podemos impedir que la mente se oville sobre mí misma o se adorne con
las espinas de la culpa. Y hace días, pensando en ellos, leyendo sus mensajes
de WhatsApp –pensando también en mí mismo–, me vi traduciendo este breve poema del
irlandés Derek Mahon (Belfast 1941). Lleva por título «Everything Is Going to
Be All Right» («Todo va a salir bien»), y parece que Mahon lo escribió en un
paréntesis de su tratamiento oncológico. El poema –uno de los más accesibles de
su autor– tiene ya algunos años, pero estos días, por razones obvias, ha vuelto
a cobrar actualidad. Mi versión es solo un tanteo, un primer intento, y quien
lea el original inglés sabrá por qué. Me gusta sobre todo esa reiteración
obsesiva del cuarto verso, «There will be dying, there will be dying» –un
instante de debilidad, tal vez, pero también de aceptación lúcida–, que rápidamente
se acalla con un hábil: «pero no hablemos de eso ahora». Y entonces el poema da
con su «manantial oculto». Mahon habla del presente, de esto que ocurre ahora,
dentro o fuera de nosotros, para acabar diciendo, fuera penas, alegrémonos de
ver el sol, qué más da el futuro si el futuro no existe. Son solo doce versos,
pero alivian y acompañan como el mejor fármaco:
¿Por
qué no va a alegrarme contemplar
las
nubes despejándose detrás de la lucerna
y
la marea alta reflejada en el techo?
Habrá
muerte, habrá muerte,
pero
no hablemos de eso ahora.
Los
poemas afloran de la mano sin trabas
y
el manantial oculto es el corazón atento.
El
sol sigue saliendo pese a todo
y
relumbran hermosas las ciudades lejanas.
Tumbado
aquí, bajo el motín del sol,
veo
nacer el día y las nubes perderse.
Todo
va a salir bien.
5 comentarios:
Echaba de menos ese goteo -dosificado- de apuntes de traducción, al estilo del soberbio dedicado a Ana Blandiana hace ya tiempo. O las alusiones a Gijón, la tierra. Por allí, por Bañugues y el cabo Peñas, pasé grandes momentos de tormenta en medio del verano, algo difícil del olvidar.
La memoria se reduce a tener recursos de estos que vuelven a conectarte con lo que quieres cuando más lo necesitas.
Esperemos que los meses de la J vuelvan a ser los meses del verano, sin máscara ni disfraz
de recreo censurado. Que todo acabe bien.
Un abrazo.
Los poemas y escritos que nos ofreces estos días son como un bálsamo.
Gracias y salud.
Todo va a salir bien.
Entre el mar y el manantial oculto: todo va a salir bien. Una alegría, como dice Abilio, que vuelvas a llenar estos cuadernos del encierro con tus traducciones.
Abrazo grande y buen domingo, amigo.
En mi incesante mariposeo por textos benignos de quienes exploran para nosotros, forzados sedentarios que no hablamos inglés, he encontrado algo que parece escrito con la sensibilidad de estos días de plomo: ("Onto the white hospital bed") donde Hughes ve ("A woman unconscious): "sobre el blanco lecho del hospital/ donde una, insensible hasta el límite extremo,/ cerró sus ojos, del mundo a la evidencia/ y hundió su cabeza en las almohadas".
La traducción es de Esteban Pujals /(La poesía inglesa del siglo XX) Planeta. 1073.
O el título de Geoffrey Hill "For the unfallen", tan esperanzador.
Sirva esto de homenaje a quienes abrís la marcha en la maravillosa jungla de la poesía.
Un abrazo.
Gracias por vuestra lectura cómplice, constante, y esos comentarios iluminadores que tanto me acompañan. Sois los primeros lectores de este cuaderno y en realidad creo que lo escribo para vosotros, como si estuviéramos charlando de balcón a balcón, salvando la calle como esos pájaros que han regresado a la ciudad. Todo va a salir bien, sí.
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