El futuro desciende sobre esta calle blanca donde todo es incierto.
El aire mueve hollines, esquirlas de hojas secas, limaduras de goma negra que salpican el empedrado.
Caminas en silencio, y el hierro del calor te corrompe, adormece tus párpados.
Recuerdas una edad en que los nombres importaban. Ahora los nombres son esta masa inerte que un sol extravagante desdibuja sin odio: dos bancos de madera, una hilera de acacias ambarinas que se arquean al sol con angustia africana, las motos agolpadas en la acera, la textura del aire.
Habrías deseado otra baraja, no este idioma desértico, desmochado por la incerteza, el punzón de la duda taladrando las horas con hermosa insistencia.
Y piensas en la sombra de tus ojos, y en solares dejados a su suerte, y en mañana, que es un hombre cenceño que se detiene ante tu puerta y llama y dice un nombre incomprensible que acaba siendo el tuyo.
La tarde hace vibrar sus alas de insecto,
todo se borra bajo la luz blanca, en este espacio sin gramática,
esta calle de hollines y hojas secas, de ramas aceitosas y un aire lento, que nada mueve.
El aire mueve hollines, esquirlas de hojas secas, limaduras de goma negra que salpican el empedrado.
Caminas en silencio, y el hierro del calor te corrompe, adormece tus párpados.
Recuerdas una edad en que los nombres importaban. Ahora los nombres son esta masa inerte que un sol extravagante desdibuja sin odio: dos bancos de madera, una hilera de acacias ambarinas que se arquean al sol con angustia africana, las motos agolpadas en la acera, la textura del aire.
Habrías deseado otra baraja, no este idioma desértico, desmochado por la incerteza, el punzón de la duda taladrando las horas con hermosa insistencia.
Y piensas en la sombra de tus ojos, y en solares dejados a su suerte, y en mañana, que es un hombre cenceño que se detiene ante tu puerta y llama y dice un nombre incomprensible que acaba siendo el tuyo.
La tarde hace vibrar sus alas de insecto,
todo se borra bajo la luz blanca, en este espacio sin gramática,
esta calle de hollines y hojas secas, de ramas aceitosas y un aire lento, que nada mueve.
5 comentarios:
Precioso este poema veraniego. Cada vez estoy más enganchado a tu escritura. Gracias.
Magnífico, Jordi. Y los dos últimos versículos me gustan especialmente.
Abrazo.
Mil gracias a los dos, Sergio, Juan Manuel. Es un placer teneros como lectores. Abrazo, J12
"...en este espacio sin gramática..." Qué belleza Jordi! Gracias y gracias.
En Argentina hace unos pocos años se editó una novela, de Jorge Consiglio, que sin más referencias compré en una librería, porque me encantó su título: "Gramática de la sombra".
La novela fue un fiasco.
Qué placer encontrar "tu" gramática!
Ojalá estés disfrutando de tus vacaciones!
Gabriela.
Gracias, Casiopea, ya he vuelto y puedo contestar con calma tu mensaje. Me alegra que el poema te haya gustado más que aquella novela. Verás que no todo el mundo opina igual. Abrazo, J12
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