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jueves, septiembre 01, 2011

periódico de poesía

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Me escribe el poeta y crítico mexicano Pedro Serrano para comentarme que el nuevo número de la revista virtual Periódico de Poesía está en la red. Después de tres años de duro y modélico trabajo editorial, Serrano ha conseguido algo que parecía difícil y que sin embargo él ha hecho fácil: una página dinámica, plural, donde caben entrevistas, traducciones, reseñas, ensayos y hasta el ocasional panfleto belicoso. En sus columnas virtuales han convivido poetas y críticos de toda Hispanoamérica, con especial hincapié en México y Argentina, y no ha habido número que no contuviera al menos dos o tres trabajos memorables. Así que me he llevado una buena alegría cuando he visto que el último número de Periódico de Poesía incluye un par de colaboraciones mías: traducciones de la poesía del joven escritor y editor norteamericano Jeffrey Yang (del que ya di una muestra en esta bitácora hace cosa de año y medio), y el epílogo de la edición española de El juramento de la pista de frontón de John Ashbery (Calambur Ediciones), que no habría escrito sin la amable insistencia de su traductor, Julio Mas Alcaraz. Me gusta esta doble vida de los textos, este salirse de las tapas de un libro para anunciar su existencia en territorios donde el libro apenas llega. Esa es quizá, una de las grandes virtudes o funciones de este Periódico de Poesía bajo la dirección de Pedro Serrano. Un periódico que permite a los lectores ignorar las fronteras nacionales y hasta lingüísticas y habitar un espacio común, el de la modernidad, sin dioses ni falsos dogmatismos.
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viernes, marzo 26, 2010

jeffrey yang / eñe

Hace unos días recibí el último número de la revista Eñe. Un número estupendo, dedicado a los «Nuevos escritores de Norteamérica», en el que aparecen, entre otros trabajos, un curioso diario princetoniano / berlinés de Alan Pauls, dos buenos relatos de Junot Díaz y Jonathan Franzen, y uno brevísimo (y desternillante) de Dave Eggers. Todavía no he podido leer los cuentos de Carolyn Park Hurst o Yiyun Li, por ejemplo, pero todo el conjunto es muy recomendable, la verdad. He tenido la buena fortuna, gracias a la generosa invitación de Doménico Chiappe, de participar con algo de poesía traducida: un largo poema en prosa del último libro de Reginald Gibbons (lo «colgaré» aquí tan pronto caduque este número) y diez poemas de An Aquarium, el primer y sorprendente libro de un joven poeta neoyorquino (y editor en la legendaria New Directions), Jeffrey Yang.

Conocí el trabajo de Yang gracias a la recomendación de mi buen amigo el poeta, traductor y editor Aurelio Major. Me habló de su libro en términos tan elogiosos que a las dos horas ya me había hecho con él en Amazon. Y, desde luego, no me defraudó: una variación sobre el género del bestiario que toma los nombres de distintos seres marino para tejer una intrincada y sorprendente malla de referencias, una red argumental tan lúcida como lúdica que salta en zigzag por los asuntos más diversos sin pararse un instante. En el libro hay un poco de todo: desde piezas epigramáticas a otras más reflexivas o meditativas, pero el tono general (no sé bien cómo definirlo) es una mezcla de distanciamiento y humor, de curiosidad y sorna inteligente, que atrapa desde la primera página y nos obliga a pensar deprisa, furiosamente, para encajar las piezas del puzzle.

Los diez poemas que publica Eñe eran originalmente once, pero el último (y también el más extenso) se cayó por falta de espacio en la maqueta, así que lo recupero aquí para anunciar el número y hablar un poco de Yang: «Foraminíferos». No os ocultaré que una de las dificultades de este trabajo fue traducir los términos científicos que emplea Yang, tratar de que no perjudicaran el ritmo, el fluir del poema. Espero haberlo conseguido.




Foraminíferos


La prueba de un foraminífero
es su concha: membranoso,
aglutinado o calcáreo
endoesqueleto
citoplasma que fluye
por la cámara del foramen

hacia la cámara de
una única célula, movimiento de
seudópodo granuloreticuloso,
palacio del recuerdo de Ōkeanós.
Los foraminíferos se encuentran
en todas las latitudes y hábitats
marinos: blanco foraminífero
en los acantilados blancos de Dover.
En las pirámides de Gizeh

Herodoto vio «lentejas petrificadas»;
el ojo de Aldrovandi se desplazó
de Aristóteles a Galileo:
las conchas romboides
tienen rígidos tubérculos epigenéticos.
Para Oppen
una prueba de la poesía es
sinceridad, claridad, respeto…
Para Zukofsky, la gama de placer

que proporciona en cuanto vista, sonido e intelección.
En sueños
Vishnú visitó a Appakavi,
quien recibió los secretos de
la gramática de Nannaya: La poesía
es el saber definitivo.


Trad. J. D.