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lunes, junio 22, 2020

anne carson / el espacio entre idiomas





Traducir la escritura –poesía y ensayo, porque los dos géneros conviven en sus libros– de Anne Carson ha sido uno de los grandes desafíos a los que he tenido la suerte de enfrentarme a lo largo de los años. Un desafío y un juego inmensamente placentero, pues Carson es una lectora voraz y desprejuiciada, que toma toda clase de materiales y los echa a andar por el campo de maniobras de la página. Adepta al pastiche, el fragmento, la serialidad, el collage de citas y voces, el fragmento, el anacronismo y un largo etcétera, Carson ensaya una forma de intertextualidad que añade subtítulos irónicos o evasivos a la película de sus poemas.

El primero de los libros que traduje para Pre-Textos fue Hombres en sus horas libres (2007), que es un catálogo de (casi) todas las maneras en que podemos leer nuestro pasado cultural y darle nueva vida: una tertulia televisiva entre Tucídides y Virginia Woolf, descripciones de cuadros de Hopper en diálogo con citas de las Confesiones de San Agustín, revisiones biográficas de Safo, Artaud, Tolstoi o Ana Ajmátova… Recuerdo largas sesiones en la Biblioteca Nacional consultando ediciones de los clásicos que Carson citaba, casi siempre manipulando o adaptando el texto para sus intereses. El libro es un muestrario de todas las formas en que un poema sigue siendo un poema… aunque se vista con las sedas del documental, el ensayo o la prosa de diario. Un prodigio de inteligencia crítica y de sensibilidad para encontrar la puerta de entrada a las obras más diversas sin dejar de descubrir –o subrayar– parecidos y continuidades.

Ha escrito Carson que «me gusta el espacio entre idiomas porque es el lugar del error o la equivocación, el ámbito donde se dicen cosas no tan buenas como uno quisiera, o donde no se puede decir nada. Y esto me parece útil a la hora de escribir, porque siempre es bueno perder el equilibrio, desplazarse de esa posición de autocomplacencia con la que tendemos a mirar el mundo y decir lo que percibimos». Esa es en gran medida la experiencia de su traductor, enfrentado a una escritura seca, equívoca, que parece desdeñar los atributos tradicionales de la poesía –ritmo, metro, una prosodia más o menos amable– para construir el poema desde fuera, martilleando las palabras hasta encajarlas con violencia, forzando sus junturas. El resultado es un poliedro con superficies engañosas que pueden parecer frías, pero que basta girar lentamente para que brillen.

Traductora ella misma, Anne Carson ha dedicado una parte importante de su trabajo creativo a actualizar la escritura de Esquilo, Safo o Catulo en versiones que liberan toda la energía latente en los textos originales o que establecen analogías con ciertos poetas contemporáneos. La filóloga experta convive con la creadora instintiva que sabe que la poesía es siempre presente (como decía Ezra Pound, «buenas nuevas que se mantienen nuevas») y que lo interesante de la escritura es justamente su capacidad para escenificar el yerro, el errar, la errancia, el desacuerdo constante entre el mundo y nuestro afán por decirlo. Pese a todo, desde hace años sus libros no han dejado de cruzar la frontera del idioma y acompañarnos, y somos nosotros los que salimos ganando con el trato.


[Publicado originalmente en El País, 19 de junio de 2020]

sábado, junio 20, 2020

anne carson / la poesía desde fuera




Se suele olvidar que Anne Carson se dio a conocer relativamente tarde, y que lo hizo además como ensayista, con la publicación en 1986, mediada la treintena, de Eros the Bittersweet [Eros el agridulce], una lúcida y sugestiva exploración del concepto de «eros» en la filosofía y la literatura clásicas. Ahí comparecía la helenista, la filológa experta que ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a los textos de Safo, de Tucídides, de Simónides de Ceos, capaz de analizar hasta el más pequeño detalle de un poema lírico y darnos una imagen fiel, por veraz, del universo intelectual y emocional que lo produjo. Pero descubríamos también a una lectora activa, curiosa, que ponía a dialogar a Simónides con Paul Celan, o a Tucídides con Virginia Woolf, y extraía de esa yuxtaposición, a veces violenta, un motivo para seguir leyendo. A Carson no le interesa tanto demostrar cuanto mostrar, hacer visible. Los corolarios posibles de su pensar quedan apuntados, entrevistos, pero nunca se explicitan. Así ocurre, por ejemplo, en «Desprecios», uno de los cuadernos de su último libro, Flota, subtitulado «Un estudio del lucro y la ausencia de lucro en Homero, Moravia y Godard», que pone en contiguidad pasajes muy concretos de sus obras respectivas. No es que ella no saque sus propias conclusiones, pero lo hace sin énfasis, como quien no quiere la cosa. Y el lector es empujado así a hacer suyo el descubrimiento, participar de él.

El ensayismo es una veta sustancial de todos sus poemarios desde aquel primer libro de poemas en prosa que fue Short Talks (1992). Y el hilo conductor de una escritura que oscila sin trauma entre el impulso lírico y la pasión académica. Ella misma ha declarado que nunca ha tenido un problema con esa frontera, «porque en mi escritorio los proyectos académicos y los, digamos, creativos comparten espacio, y me muevo o traslado frases de unos a otros, y así hago que se impregnen mutuamente. De modo que las ideas en ambos casos no son tan distintas». Carson concibe la poesía desde fuera, como una forma de jugar o combinar el lenguaje para llegar así a la realidad o a los libros que la dicen. Ese espíritu lúdico y perverso a la vez la lleva a recurrir a todo tipo de formas, géneros y materiales: el poema serial, el fragmento, el pastiche, el collage de citas y voces, la entrevista imaginaria, el anacronismo, etcétera. O la ficción narrativa, que es la matriz de Autobiografía de rojo, uno de sus libros centrales y el que cimentó muy pronto su reputación: una «novela en verso» de 47 poemas o «capítulos» que nos cuenta la vida y milagros de un joven llamado Gerión, que es y no es el monstruo de alas rojas y tres torsos que protagoniza el décimo de los doce trabajos de Hércules. Pero que es, sobre todo, y así lo relata el libro, un niño enmadrado, consciente de su diferencia, que sufre el acoso sexual y psicológico de su hermano y halla refugio en la fotografía y el amor de un Heracles presentado como un émulo de James Dean. Carson deforma el mito y cultiva el anacronismo con la seguridad que da conocer ese mito sin fisuras. Lo hace por ese afán suyo de yuxtaponer lecturas, etimologías o referencias culturales. Leer a Carson remozando a Safo o reescribiendo a Catulo como poeta beat es una experiencia mágica, y lo es porque permite redescubrir todo lo que guarda nuestro pasado, toda la energía latente o reprimida por una idea demasiado estrecha de la tradición.

El resultado es una poesía que puede resultar dura o áspera en primera instancia, que carece tal vez de la sensualidad de sus contemporáneos (Ashbery, Strand o Jorie Graham), pero que sin embargo se ampara en su rudeza, diría casi que su primitivismo, para construir artefactos fascinantes por la calidad de su pensamiento, la intensidad de su lectura y el coraje de su estilo. La escritura de Carson puede parecer neutra, incluso fría a veces, pero alienta en ella un trazo feroz, expresionista, que ilumina la página desde dentro.

Carson dijo una vez que «cuando viajas por las palabras griegas, tienes la impresión de estar entre las raíces de los significados, no arriba en la copa del árbol». Y eso es lo que ocurre en sus libros: su poesía no se va nunca por las ramas; toda ella es raíz.


[Publicado originalmente en El Cultural, 18 de junio de 2020]

viernes, febrero 26, 2016

anne carson / autobiografía de rojo





Anne Carson, Autobiografía de Rojo, traducción y prólogo de Jordi Doce, Colección La Cruz del Sur, Los bilingües, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2016, 270 páginas, 27 €. ISBN: 978-84-16453-46-7

Nueve años justos después de que Hombres en sus horas libres viera la luz en la editorial Pre-Textos, vuelvo a publicar una traducción de un libro de la escritora canadiense Anne Carson: se trata esta vez de Autobiografía de Rojo, publicado en 1998 como Autobiography of Red (aunque la edición inglesa que manejo, de la editorial Jonathan Cape, sea de 2010). Se incluye en la misma colección que Hombres…, La Cruz del Sur, y ve la luz después de un largo periodo de gestación y revisión que ha supuesto incluso replantearse el formato del libro y la maqueta del interior: el libro tiene dos centímetros más de anchura que sus compañeros de colección, pues sólo así podíamos acomodar sin traumas, y sin perder legibilidad, la combinación de verso largo y verso corto que caracteriza a los 47 poemas narrativos (o capítulos) de que consta la sección central del libro.

Autobiografía de Rojo está en el eje de la escritura de Carson. Esta «novela en verso», como reza el subtítulo –lo que no excluye la presencia de materiales adicionales, como es costumbre en su autora–, nos cuenta la historia de Gerión, originalmente un monstruo de alas rojas y tres torsos que protagoniza el décimo de los doce trabajos de Heracles, en especial a la luz de los fragmentos que se conservan de Gerioneis, la obra que dedicó a este asunto el poeta lírico griego Estesícoro (Hímera, Sicilia, h. 630-h. 550 a. C.). Según el viejo relato mitológico, Gerión vivía en la isla de Eritia (la actual Cádiz), más allá de las columnas de Hércules, con un perro llamado Ortro y un hermoso rebaño de vacas rojas y bueyes que Heracles hubo de robarle como parte de su penitencia. Gerión fue en busca de venganza y luchó contra Heracles, pero este lo abatió con una flecha mojada en la sangre venenosa de la Hidra.

Carson toma como punto de partida la reelaboración del mito que ofrece Estesícoro para irse al presente y perfilar un retrato de Gerión como niño enmadrado, consciente de su diferencia, que sufre el acoso sexual y psicológico de su hermano y halla refugio en la fotografía. Al llegar a la adolescencia, se enamora fatalmente de Heracles, que Carson nos pinta con aires de joven Kerouac, encantador de serpientes y algo macarra. Su relación es intensa pero breve y Gerión, desolado, se vuelca por entero en la fotografía, creando un mundo íntimo y habitable que sólo se rompe, tiempo después, con la reaparición inesperada de Heracles. Pero no es cosa de destripar el argumento en esta nota.

Autobiografía de Rojo es un libro feroz y fantasioso que relata el proceso gradual por el que Gerión asume su condición monstruosa: la fascinación que siente por sus alas y por el color rojo (que es también el color de la lava que sutura la historia familiar de Heracles) como pasos previos para entender su propia existencia enigmática. El resultado es un hito de la poesía posmoderna que opta de manera decidida por el anacronismo, la yuxtaposición de registros y referencias dispares para salvar la brecha entre el mundo clásico y el contemporáneo.

Me lo he pasado muy bien traduciendo este libro, aunque debo añadir que es uno de los trabajos más ásperos y complejos a los que me he enfrentado. No sólo por la dificultad de la lengua literaria de Carson, sino también por el frío acerado que respira su mundo, esa sonrisa irónica que uno percibe detrás de cada verso y cada poema. Dije antes que era un libro «feroz». Lo es, pero hay también en él (en sordina, desde luego) mucha ternura y mucha comprensión. Eso, en última instancia, es lo que le infunde vida y lo hace vivir en la imaginación del lector.

Doy el capítulo primero del libro:



I.  J U S T I C I A 

Gerión aprendió justicia de su hermano desde muy pronto.
______

Solían ir juntos al colegio. El hermano de Gerión era mayor y más corpulento,
iba delante
a veces rompía a correr o se agachaba sobre una rodilla para recoger una piedra.
Las piedras hacen feliz a mi hermano,
pensaba Gerión y estudiaba las piedras mientras trotaba detrás de él.
Tantas clases diferentes de piedras,
las sobrias y las misteriosas, yaciendo unas con otras en la tierra roja.
¡Detenerse e imaginar la vida de cada una!
Ahora salían de un brazo humano feliz para volar por el aire,
qué destino. Gerión se dio prisa.
Llegó al patio del colegio. Trataba de concentrarse en sus pies y sus pasos.
Los niños se movían en tropel a su alrededor
y el intolerable asalto rojo de la hierba y el olor de la hierba por todas partes
lo empujaba hacia ahí
como un mar enérgico. Podía sentir los ojos saliéndole del cráneo
sobre sus pequeños conectores.
Debía llegar a la puerta. No debía perder a su hermano de vista.
Esas dos cosas.
El colegio era un largo edificio de ladrillo que iba de norte a sur. Sur: Puerta
       principal
por la que deben entrar todos los niños y niñas.
Norte: Guardería, sus grandes ventanas circulares abiertas a los descampados
y rodeadas por un alto seto de arándanos.
Entre la Puerta Principal y la Guardería corría un pasillo. Para Gerión
eran cien mil millas
de túneles resonantes y un cielo interior de neón que los gigantes abrían de un
       portazo.
El primer día de colegio
Gerión cruzó este territorio extranjero de la mano de su madre. Luego su hermano
cumplió aquella tarea día tras día.
Pero septiembre avanzaba hacia octubre y un malestar crecía en el hermano de
       Gerión.
Gerión siempre había sido estúpido
pero ahora su forma de mirar hacía que uno se sintiera incómodo. 
Llévame de nuevo esta vez lo haré bien,
decía Gerión. Sus ojos agujeros atroces. Estúpido, dijo el hermano de Gerión
y lo dejó tirado.
Gerión no tenía dudas de que estúpido era correcto. Pero cuando la justicia se
       cumple
el mundo se desvanece.
De pie en su pequeña sombra roja, pensó qué hacer después.
La Puerta Principal se alzaba frente a él. Quizá…
Entornando los ojos Gerión se abrió camino entre los fuegos de su mente hasta
       donde
debía de estar el mapa.
En vez de un mapa del pasillo del colegio había un blanco profundo y brillante.
La ira de Gerión fue absoluta.
El blanco prendió fuego y ardió hasta la línea de base. Gerión echó a correr.
Después de aquello Gerión fue al colegio solo.
No se acercaba en absoluto a la Puerta Principal. La justicia es pura. Hacía el
       camino
rodeando el extenso muro lateral de ladrillo,
dejando atrás los ventanales de séptimo, cuarto, segundo y el baño de chicos
hasta llegar al extremo norte del colegio
y situarse delante de la guardería, junto a los arbustos. Allí se quedaba
inmóvil
hasta que alguno de los que estaban dentro se daba cuenta y salía a mostrarle el
       camino.
Gerión no gesticulaba.
No llamaba a los cristales. Esperaba. Pequeño, rojo y erguido, esperaba,
agarrando con fuerza su nueva mochila
en una mano y palpando una moneda de la suerte en el bolsillo del abrigo con la
       otra,
mientras las primeras nieves del invierno
caían flotando sobre sus pestañas y cubrían las ramas a su alrededor y acallaban
todo vestigio del mundo.


domingo, junio 24, 2007

nueva norma

De todas las (viejas) entradas que añadí a esta bitácora el pasado otoño, tal vez la que más interés despertó fue la dedicada a la poeta canadiense Anne Carson. Colgué entonces el poema “Audabon”, de su libro Men in the Off Hours, y me encontré con numerosas personas preguntándome por la autora, el libro, y si estaba traduciendo de manera sistemática su trabajo. La respuesta era, y es, afirmativa. El próximo otoño, si nada lo impide, verá la luz en la editorial Pre-Textos mi traducción del libro con el título de Hombres en sus horas libres. Acaba de aparecer un adelanto en el último número, de junio, de Revista de Occidente: un poema titulado “Ensayo sobre aquello en lo que más pienso”, que colgaré aquí una vez haya caducado el número, es decir, tan pronto salga el de julio-agosto. Sí copio ahora el poema que Amalia Iglesias tuvo la gentileza de publicar hace un par de meses en la sección de poesía del ABCD las artes y las letras. Muestra otro tono de la autora, más elíptico y personal, lejos de la música de reportero de “Audabon” y “Ensayo...”. Ojalá os guste.


NUEVA NORMA

Una mañana blanca de Año Nuevo, hielo duro y reciente.
Arriba, entre el ramaje helado, vi una ardilla saltar y deslizarse.
¿Da miedo? Parecía decir, ojeándome

desde lo alto, sosteniendo una rama que se agitaba
con rígido retroceso—¿o es sólo que hoy todo suena equivocado?
Las ramas

tintinearon.
Se limpió sus pequeños y fríos labios con una mano.
¿Temes las mismas cosas que

yo temo? repliqué, levantando los ojos.
Su imperio de ramas resbaló contra el aire.
¿La noche de los garfios?

¿La hoja del operario abierta en la escalera?
No tiene efecto suficiente, dijo mi verdadero amor
cuando me dejó al quinto año.

La ardilla dio otro salto a una rama más baja
y atrapó un colgador de lágrimas.
El modo de aguantar es

dicho esto
tan
claro.

miércoles, febrero 14, 2007

anne carson / «audabon»


AUDUBON

Audubon perfeccionó un nuevo método para dibujar pájaros
[que declaró suyo.
Al pie de cada acuarela escribía «tomado del natural»
lo que significaba que abatía los pájaros

y se los llevaba a casa para disecarlos y pintarlos.
Dado que odiaba las formas inmutables
de la taxidermia tradicional

construía armaduras flexibles de madera y alambre
sobre las que disponía la piel y las plumas del pájaro
–o en ocasiones

pájaros totalmente destripados–
en poses animadas.
No sólo el armazón de alambre era nuevo, sino también la iluminación.

Los colores de Audubon se sumergen en tu retina
como un reflector
rastreando el cerebro de arriba abajo

hasta que apartas la mirada.
Y acabas apartándola.
No hay nada que ver.

Puedes pasarte el día mirando estas formas verdaderas
[y no ver el pájaro.
Audubon concibe la luz como una ausencia de oscuridad,
la verdad como una ausencia de desconocimiento.

Es lo contrario a un día apacible en Hokusai.
Imaginemos que Hokusai hubiera abatido y rearmado 219 leones
y luego hubiera prohibido a su propio pincel pintar la sombra.

«Somos lo que logramos hacer de nosotros mismos», declaró a su esposa
durante su cortejo.
En los salones de París y Edimburgo

donde recaló para vender su nuevo estilo
este francés nacido en Haití
se hizo iluminar

como un noble rústico americano
desplegado en las poses esplendentes del Gran Naturalista.
Le amaban

por el «frenesí y el éxtasis»
de la genuina realidad americana, especialmente
en la segunda (y más barata) edición en octavo (Birds of America, 1844).


Anne Carson

Traduccion de J. D.