Siempre que mi hermana ensayaba
cierta obra para piano
y llegaba a cierto pasaje
–no muy bueno, en su opinión–
un pájaro volaba hasta el alféizar
y entonaba unas pocas notas.
El pájaro debe haber oído
lo que el intérprete,
y tal vez incluso el compositor,
no oyeron; y recuerdo un dicho hindú:
una obra de arte tiene muchos rostros.
*
Por favor, no subestimes al estornino:
no tiene las hermosas alas del arrendajo;
y su canto,
por decirlo amablemente,
no es desde luego digno de elogio.
Pero las cosas le han ido bien,
su número crece,
y ha tomado posesión de algunos de los edificios más elegantes de la ciudad
para alojarse.
*
La hermosura del grajo azul
mientras vuela de rama en rama.
¡Pero sus gritos!
*
No debes suponer
que todos los que viven en la Quinta Avenida
son felices: he oído a las gaviotas chillar
desde el depósito de agua de Central Park.
*
La gaviota moribunda,
sola sobre una roca:
incapaz de volar, extiende sus alas
y levanta la cabeza
–de tanto en tanto–
con un grito agudo.
*
El pico del gorrión palmea al escarabajo
y éste echa a zumbar ruidosamente
como si el pájaro hubiera puesto en marcha un despertador.
El escarabajo vuela por el aire
en una serie de torpes volteretas
y el gorrión le sigue con elegancia.
*
Un bosquecillo de árboles diminutos, ramas cargadas de bayas,
y, en su interior, el gorjeo constante de los pájaros.
De los árboles del parque, en este día frío y ventoso,
a falta de hojas
cuelgan papeles: tiras de papel sucio.
*
¡Escuchad!
La sirena del coche de policía,
y esa otra, la de los bomberos.
También nuestra ciudad tiene sus pájaros nativos.
*
Ha llovido toda la noche
pero el parque está hermoso
esta mañana de primavera.
Excepto, supongo, por la lombriz que un tordo acaba de desenterrar
de un recuadro de tierra húmeda
y está cortando en pequeños trozos
con su pico afilado.
Charles Reznikoff (1894-1976)
Trad. J.D.