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miércoles, noviembre 24, 2021

novedad



«Somos las abejas de lo invisible», escribió Rilke al final de su vida. Y a este libar «desesperadamente la miel de lo visible» para alimentar la gran colmena de la imaginación se dedica el poeta en cuerpo y espíritu, en un ejercicio de diálogo con el mundo que va revelando sus formas, colores y relieves, abriendo con los sentidos un espacio para la conciencia. Todo esto será tuyo, publicado justamente diez años después de Perros en la playa (2011), su predecesor, es el cuaderno de notas de un poeta que no abdica de la viñeta narrativa, la excursión ensayística o el aforismo perspicaz para estar a la altura de las cosas y hacerse digno de ellas; sólo así, tal vez, nos darán a conocer su secreto, que es también el de quienes convivimos con ellas. Jordi Doce se pasea como un detective distraído por entre lo cotidiano visible y observa el acontecer del mundo, el aquí y ahora de sus gentes, el modo en que las cosas se despliegan ante nosotros a poco que les prestemos atención. Una mirada hacia afuera que no descuida las sombras de interior ni el sondeo curioso y hasta extravagante sobre un puñado de obsesiones musicales y literarias. Todo esto será tuyo es el retrato algo borroso de alguien que insiste en no llamar la atención; alguien que ha elegido dar un paso atrás para que las palabras hablen por él.

 

Más información, aquí.


Lectura del poeta Álvaro Valverde en su blog.


Imagen de cubierta: Segimón Vilarasau, Delta de l'Ebre. Óleo sobre tabla. 2017.


viernes, abril 09, 2021

conclave

 


El martes que viene, 13 de abril, a las cinco de la tarde hora española, participo en la cuarta sesión del ciclo de lecturas CONCLAVE, organizado y moderado por los poetas Fiona Sampson y Sudeep Sen: lecturas bilingües, por Zoom y de libre acceso (previa inscripción). Leeré una pequeña selección de poemas en español y en inglés junto a mi admirada poeta galesa Menna Elfyn y al poeta macedonio Zoran Anchevski, y luego habrá un breve coloquio sobre poesía a partir de las preguntas de los moderadores. Los interesados se pueden inscribir gratuitamente pulsando aquí.

 

jueves, junio 25, 2020

auden / cuarenta poemas




Después del parón repentino al que nos vimos forzados por la pandemia, el mundo editorial parece estar recobrando su ritmo habitual. Y estos días, entre otras muchas novedades, llega a las librerías este volumen de pequeño formato que recoge una selección de los poemas de W. H. Auden (1907-1973) que traduje en su día para Galaxia Gutenberg con el título de Los señores del límite. Selección de poemas y ensayos (1927-1973). Un título en el que había, por cierto, un guiño al poeta Geoffrey Hill, que tomó esa expresión de Auden para bautizar uno de sus libros de ensayos.

Aquel viejo volumen se publicó a comienzos de 2007 y hace tiempo que está descatalogado, así que parecía oportuno recuperar una parte al menos de ese material y darle nueva vida. El resultado es este librito, titulado Cuarenta poemas, en el que se incluyen las piezas más célebres de Auden: «El agente secreto», «Considéralo», «Musée des Beaux Arts», «Gare du Midi», «En memoria de W.B. Yeats», «España, 1937», «Elogio de la caliza» y tantas otras.

Dada la naturaleza de la colección –creada explícitamente para ofrecer «selecciones portátiles que recojan lo mejor y más significativo de cada poeta» y hacer de introducción a su obra–, el libro solo incluye la traducción española. De todos modos, casi todos los grandes poemas de Auden se pueden encontrar en internet, de forma que es fácil tomar la traducción como punto de partida para viajar al original inglés.

Doy seguidamente la ficha del libro y mi versión de uno de sus poemas cantarines de madurez, «Law Like Love», que más de una vez estuve tentado de compartir –con ánimo más irónico que otra cosa– durante las semanas de estado de alarma. Es un botón de muestra que da una idea del tono entre mundano y cómplice de su autor, pero también de las dificultades (formales, sobre todo) que plantea traducirlo:

W. H. Auden, Cuarenta poemas
Traducción y prólogo de Jordi Doce
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2020
112 páginas
ISBN: 978-8417971618
PVP: 11 €



La Ley como el amor

La Ley, dicen los jardineros, es el sol,
y la Ley es aquel
a quien los jardineros obedecen
mañana, hoy y ayer.

La Ley es la sabiduría de los ancianos,
abuelos impotentes que riñen sin aliento;
sacan su lengua bífida los nietos:
la Ley son los sentidos de los jóvenes.

La Ley, afirma el clérigo con ojos clericales,
echando su sermón a los seglares,
la Ley son las palabras en el libro sagrado
y la Ley es mi altar y mi espadaña;
la Ley, afirma el juez ajustando sus lentes,
hablando clara y muy severamente,
la Ley es como ya les dije,
la Ley es como saben que supongo,
la Ley es pero déjenme explicarlo,
pues la Ley es La Ley.

Pero escriben doctores legalistas:
la Ley no es lo correcto ni lo erróneo,
la Ley son solo crímenes
castigados en ciertos momentos y lugares,
la Ley son los ropajes que viste el ser humano
aquí y ahora,
la Ley es Buenos días y Hasta luego.

Otros dicen, la Ley es el Destino;
otros dicen, la Ley es el Estado;
otros dicen y dicen
que la Ley ya no existe,
que la Ley se ha esfumado.

Y siempre la ruidosa y airada multitud,
muy airada y muy ruidosa:
la Ley somos Nosotros,
y siempre el necio Yo que insiste débilmente.

Si nosotros, querido, no sabemos
más que ellos de la Ley y lo sabemos,
si tú, al igual que yo,
no sabes bien qué hacer o qué no,
salvo aceptar con todos
alegre o tristemente
que la Ley es y existe
y que todos lo saben,
si absurdo me parece, por lo tanto,
equiparar la Ley a otra palabra,
a diferencia de otros hombres
no sabría decir la Ley es Esto,
igual que no podemos cancelar
el deseo global de adivinar
o escurrirnos de nuestra posición
hacia una condición despreocupada.

Aunque al menos haré
que nuestra vanidad
declare con tibieza
un tibio parecido
del que luego jactarnos:
como el amor, sentencio.

Como el amor no sabemos ni dónde ni por qué,
como el amor no podemos forzarla ni ignorarla,
como el amor lloramos a menudo,
como el amor rara vez la guardamos.


trad. J. D. / el original, aquí

martes, junio 16, 2020

la vida en suspenso





Mañana miércoles 17 de junio llega a las librerías La vida en suspenso. Diario del confinamiento, que firma un servidor y publica con su mimo y elegancia habituales Fórcola Ediciones. Comento en el breve texto preliminar que este libro (aquí la ficha correspondiente) es «una anomalía, un imprevisto», como todo lo que hemos vivido desde hace poco más de tres meses, pero creo que no está de más añadir alguna explicación al respecto.

Empecé a redactar este diario el domingo 15 de marzo: lo que vi y sentí mientras paseaba por el parque a Layla, nuestra perra, fue tan raro, tan espectacularmente anormal, que no tuve más remedio que ponerme a escribir. Sucedió también que a lo largo de los días que precedieron y siguieron inmediatamente a la declaración del estado de alarma, toda mi actividad como editor externo, profesor y conferenciante quedó paralizada o en suspenso. Todas las citas que tenía marcadas en mi agenda de marzo y abril –clases, lecturas de poesía, presentaciones– se fueron cancelando una a una y de pronto me vi desocupado, con una extensión insólita de tiempo libre ante mí. Una vez hechas las cuentas y resueltas las cuestiones de intendencia doméstica, me pareció que lo más razonable era dejarse llevar por la corriente y asumir el parón con naturalidad. Pero no pude evitar que en ese vacío dejado por la falta de cargas laborales brotara la escritura. Lo hizo sin estridencias, como respondiendo a la necesidad de sosegar y ordenar la mente.

El carácter excepcional de lo que vivíamos me llevó de manera espontánea al diario, que es tal vez el género más flexible y mejor dotado para dar cuenta del día a día con una palabra que, siendo fiel a las circunstancias, permita mantener la tensión literaria y una cierta voluntad de estilo. No es solo que en el diario quepa todo, sino que en sus páginas es posible ensayar tonos muy diversos: reflexivo, narrativo, irónico, lírico, etc. Y así fueron pasando los días. Una expresión que utilicé a menudo en los mensajes a los amigos fue: paciencia y buen humor. Y esa actitud de ecuanimidad fue lo que traté de mantener en mi vida cotidiana y de trasladar a mi escritura. No siempre con éxito, por desgracia.

El impulso de escritura se prolongó durante ocho semanas, dos meses justos, y se cerró el lunes 11 de mayo. Lo hizo tan naturalmente como había surgido. Poco antes de esa fecha había recibido la llamada atenta y generosa de Javier Jiménez, que me propuso publicar el conjunto en forma de libro. Acepté, no sin dudas, y el resultado es este pequeño volumen de 160 páginas realzado por el dibujo de Haritz Guisasola en cubierta, un breve y generoso texto de contracubierta de Eloy Tizón y un espectacular trabajo de producción marca de la casa. La verdad es que por ese lado no puedo estar más satisfecho ni agradecido.

Hay libros que tardan ocho o nueve años en cerrarse, como No estábamos allí. Otros recogen un trabajo discontinuo que puede llegar a abarcar dos décadas, como La puerta verde. Pero nunca me había pasado escribir y publicar un libro en menos de tres meses. Es obvio que esto en sí no tiene mucha importancia ni puede configurar un juicio de valor. Lo anoto únicamente como una cifra más en la columna contable de esa extrañeza que produce publicar, como es el caso, un libro de circunstancias

El mismo día que cerré este diario pensando que no quedaba (casi) nada por anotar, vi a un jubilado haciendo prácticas de golf en la hondonada que se abre entre la cuesta de Ruperto Chapí y las vías del tren de cercanías. Al volver de mi paseo con la perra, tres de las conversaciones de los ancianos achacosos con los que me crucé en Ferraz tenían que ver con la comida… Comprobé una vez más que el mundo hará todo lo posible para que sigamos prestándole atención; lo que sea con tal de no pasar desapercibido. Así que el único mérito del diarista es abrir bien los ojos y recoger el guante lanzado por las cosas. (Ese es también, por lo demás, uno de los designios primeros del poema, de ahí que la poesía se halle tan presente en estas páginas).

Mi primera intención fue que estas notas formaran parte de un libro más extenso que habría sido la continuación de Perros en la playa, publicado en 2011. Pero me alegra haber cambiado de opinión y darlas en libro aparte, para diferenciarlas del resto de mi diario. Hay en ellas un tono distinto, una concentración emocional o sensorial que no percibo en otros cuadernos. O eso me parece, al menos. En todo caso, ahí están, listas para encontrarse con los lectores. Ojalá no resulten demasiado impertinentes.

sábado, marzo 07, 2020

hispanismes / ticontre





Febrero fue un mal mes para esta bitácora: las tareas editoriales se me acumularon y dispuse de poco tiempo para actualizarlo y darle la vida que a mí me gusta. Con todo, y aunque no me gusta convertirlo en un tablón de anuncios, han ido apareciendo en la red algunos trabajos de los que parece conveniente dar noticia.


El número 13 de la revista HispanismeS, editada por la Société de Hispanistes Français, está dedicado íntegramente a la poesía española contemporánea e incluye un amplio dossier –coordinado por las hispanistas francesas Laurence Breysse-Chanet y Laurie-Anne Laget– que recoge poemas y poéticas de autores de distintas generaciones: José Hierro, José Manuel Caballero Bonald, Arcadio Pardo, Antonio Gamoneda, Clara Janés, Pere Gimferrer, Antonio Colinas, Olvido García Valdés, Jaime Siles, Miguel Casado, Juan Carlos Mestre, Blanca Andreu, Eli Tolaretxipi, Jordi Doce, Esther Ramón, María Ángeles Pérez López, Carmen Díaz-Maroto y Julio Prieto, así como artículos de Julio Neira, Juan José Lanz, Marie-Claire Zimmermann y José Teruel, entre otros. Se incluye también una extensa entrevista con Miguel Casado:

Se accede al número pulsando aquí, y cada sección o capítulo se puede descargar individualmente en PDF.


Por otro lado, acaba de ver la luz el nuevo número (que hace el número 12) de la revista académica Ticontre, editada por la universidad italiana de Trento, que incluye un amplio dossier sobre la obra de José Ángel Valente que he ayudado a coordinar con los profesores Pietro Taravacci y Julio Pérez-Ugena. Se titula «El sueño de la nada (a Valente en los noventa años de su nacimiento)» e incluye colaboraciones de Antonio Petre, Armando López Castro, Eva Valcárcel, Ángel Luis Prieto de Paula, Paul Cahill, Carlos Peinado Elliot, Stefano Pradel, Margarita García Candeira, Adrián Valenciano y José Luis Gómez Toré. Me parece, modestamente, que ha quedado muy bien.

Se puede leer en línea o también descargar en forma de PDF, aquí.

jueves, marzo 28, 2019

salvaje esperanza


El Periódico de Poesía de la UNAM (que ahora dirige el poeta mexicano Hernán Bravo Varela) ha tenido la gentileza de publicar este adelanto de La puerta verde, «Salvaje esperanza», que fue en su día el prólogo de La mano azul. La generación Beat en la India, de Deborah Baker. El libro, que leí exactamente hace diez años, al poco de publicarse, me gustó tanto que años más tarde no dudé en recomendar su publicación a Javier Jiménez, Gran Maestre de Fórcola Ediciones. Y en Fórcola se publicó en el otoño de 2014, en la cuidada traducción de David Paradela López y con un diseño luminoso que incluía la foto de cubierta de la edición original: Ginsberg jugando con un mono en la azotea de uno de sus hospedajes en la India.

Escribí en su día sobre el libro en esta bitácora, pero no compartí el prólogo, donde hablaba con cierta liberalidad y mucho afecto de Ginsberg, Snyder & cia. Lo hago ahora, no sin antes reiterar mi recomendación. Es un libro delicioso, creo yo, incluso para quienes no estén particularmente interesados en los Beat.



domingo, marzo 24, 2019

novedad / la puerta verde





La hospitalidad generosa de los poetas Antón García y Martín López-Vega está detrás de este nuevo libro, La puerta verde, en el que he tenido la oportunidad de reunir gran parte de mis trabajos sobre la poesía en lengua inglesa de los últimos sesenta años, de Charles Tomlinson a John Burnside y de John Ashbery a Charles Simic, pasando por Ted Hughes, Sylvia Plath, Seamus Heaney o Allen Gisnberg. Lo publica la asturiana Ediciones Saltadera en su colección de ensayo, Arenas movedizas, y es un trabajo modélico en cuanto a diseño, producción, cuidado textual… No puedo estar más contento con el resultado final, la verdad. Me siento afortunado por haber podido publicar mis dos últimos libros con sellos asturianos: tiene algo de regreso a casa, de celebración familiar.

Veo este volumen como el reverso crítico de Libro de los otros (Trea, 2018), pero también como la prolongación natural de La ciudad consciente (Vaso Roto), el libro que allá por 2010 dediqué a T.S. Eliot y W.H. Auden. En fin, otra pieza más del puzle que uno va armando un poco sin querer a lo largo del tiempo (no en vano, el escrito más antiguo de esta compilación data de 1996; el más reciente es del año pasado).

El libro entra en librerías la próxima semana y se presentará en Madrid el viernes 5 de abril; iré dando detalles. Copio seguidamente la ficha técnica y el texto de contracubierta (la foto de cubierta, espléndida y sugerente, es de la tinerfeña Mercedes Pintado Brage, a quien agradezco su permiso para reproducirla).


La puerta verde. Lecturas de poesía angloamericana contemporánea
Colección Arenas movedizas
Ediciones Saltadera, Oviedo, marzo de 2019
288 págs. / 21 €
ISBN: 978-84-949793-0-9
Distribuye: Distriforma

La puerta verde es un panorama didáctico y una guía informativa de la poesía angloamericana reciente. Su autor, Jordi Doce, reúne dieciséis aproximaciones críticas a figuras y obras decisivas de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. El libro se divide en dos secciones, según el poeta analizado proceda de un lado u otro del Atlántico; desde la orilla anglo-irlandesa: Charles Tomlinson, Ted Hughes, Sylvia Plath (americana asentada en Inglaterra), Geoffrey Hill, Seamus Heaney y John Burnside; desde la orilla norteamericana: John Ashbery, Allen Ginsberg, Kenneth Koch, Charles Simic, Joseph Brodsky (poeta ruso reconocido como un igual por sus colegas estadounidenses), Paul Auster, Sharon Olds, Anne Michaels y Jeffrey Yang.

Sin renunciar a las herramientas de la crítica y el pensamiento contemporáneos, estos ensayos tratan de poner en contexto las obras de estos poetas para luego interrogarlas y entender de qué manera, a su vez, nos interrogan. El resultado, que incluye una amplia antología poética gracias a las cuidadas versiones que acompañan cada ensayo, ofrece una imagen coherente y abarcadora de la poesía actual en lengua inglesa.

jueves, diciembre 06, 2018

tomlinson revisited





Una de mis últimas alegrías en un tiempo no muy propicio para ellas ha sido la publicación en la colección de clásicos de la editorial Carcanet de una nueva antología poética de Charles Tomlinson (1927-2015). Se titula Swimming Chenango Lake, como uno de los poemas emblemáticos de Charles (incluido en el libro The Way of a World, de 1969), y su responsable es el poeta y ecólogo David Morley (1964), que ocupa la cátedra de escritura creativa en la Universidad de Warwick.

Tengo la sensación, nada caprichosa, de que este libro aparece en un momento idóneo, cuando se corría el riesgo de que la obra de Charles quedara arrumbada por los cambios de viento estético o las nuevas modas literarias. La selección es impecable y pone el énfasis en sus libros más enérgicos y arriesgados, más o menos hasta finales de la década de 1980, esto es, la zona de su escritura más influida por la vanguardia, el ejemplo de los objetivistas americanos (empezando por William Carlos Williams) o su diálogo con estrictos contemporáneos como Octavio Paz o Philippe Jaccottet, entre otros.

La selección de Morley quiere llamar la atención de las nuevas generaciones de lectores y reivindicar la pertinencia y la vitalidad de una poesía que abominó por igual de la miopía provinciana, el lugar común y la falacia sentimental. Lo consigue sobradamente, y me alegra en particular que incluya poemas que testimonian la intensa relación que tuvo con la poesía española: su hermoso tributo a Ángel Crespo, o la divertida carta en verso que escribió a Juan Malpartida sobre los placeres de la «jubilación». Solo echo en falta alguna de las muchas variaciones sobre tema mexicano que escribió al final de su vida, pero no se puede tener todo...

La cubierta, por cierto, me parece un acierto: moderna, luminosa, pero a la vez con cierto aire retro. Y nos recuerda que hubo un tiempo en que Charles (que a veces firmaba sus cartas, en broma, como «su humilde sirviente, el escritor chino tom-lin-son») era el poeta más alerta y cosmopolita de su generación, como lo demuestran estos dos poemas de juventud. En realidad, lo sigue siendo.




El arte de la poesía

Al principio, la mente siente un golpe.
La luz abre agujeros blancos en el follaje negro.
O la neblina esconde cuanto no es ella misma.

Pero esto ¿cómo decirlo?
El hecho es que si la verdad no basta
exageramos. Las proporciones

importan. Es difícil calcularlas bien.
No tiene que haber nada
superfluo, nada que no sea elegante
ni nada que lo sea si solo es eso.

Este atardecer verde tiene bordes violetas.

Mariposas amarillas
que transitan nerviosas
de flores escarlata a flores color bronce
desaparecen cuando la noche aparece.




Más ciudades extranjeras

Nadie quiere más poemas sobre ciudades extranjeras...
       (De una reciente disertación sobre poética)

Sin olvidar Ko-jen,
esa ciudad musical (tiene
pocos edificios y junta espacio
combatiendo el silencio),
ni Fiordiligi, cuyos cambios de sol
contra muros de piedra transparente
confunden toda preconcepción: una ciudad
para arquitectos, que se instruyen
arrojando sus redes
a esos bajíos movedizos; ni
Kairouan, cuyo espacio iluminado
se desliza y encaja de tal modo
en las masas de piedra, duda uno
qué puede ser más sólido
a menos que, al abrir
los dorados segmentos del lechoso
globo de una naranja cuarteada,
uno aprenda, tal vez,
a leer tales perspectivas. Luna
alberga una ciudad de puentes, donde
incluso sus vecinos son conscientes
de un privilegio compartido: un puente
no existe por sí mismo.
Rige el vacío.


el original, aquí.

trad. J.D.

lunes, febrero 20, 2017

la caza del carualo





El pasado otoño, coincidiendo más o menos con la publicación de No estábamos allí, vio la luz en Nórdica Libros mi traducción de uno de los poemas narrativos o nonsense poems de Lewis Carroll, The Hunting of the Snark (para nosotros, La caza del Carualo), con las ilustraciones que la artista finlandesa Tove Jannson realizó en la década de 1960 para la célebre editorial sueca Bonniers.

Tengo la sensación, quizá injustificada, de que el libro ha pasado algo desapercibido. Aparte de una reseña entusiasta de Luis Alberto de Cuenca en ABC Cultural, no me consta que hayan aparecido notas en prensa; y la reacción en los medios virtuales ha sido escasa. Por eso me alegró la iniciativa de Joaquín Torán, de la revista virtual Fabulantes, de escribir un largo artículo sobre este divertido y hermoso poema de Carroll que diera cuenta de algunas de sus claves y también de los desafíos que supuso traducirlo. Con ese motivo se puso en contacto conmigo y me pasó un pequeño cuestionario con tres preguntas que respondí por escrito a comienzos de año. El resultado de sus pesquisas es francamente iluminador y puede leerse aquí.

Como el cuestionario es sólo una de las fuentes que maneja (y es citado de manera más bien sucinta), me parece oportuno darlo íntegro en esta entrada. Se explican ahí cuestiones que abordo también en la nota del traductor que acompaña la edición y que quizá merecían desgranarse con más detalle. En todo caso, no me resisto a citar algunas de las estrofas del Pronto VII, que relata la lucha desigual entre uno de los protagonistas del relato, el Banquero, y el monstruo Magnapresa. Es una demostración de por qué lo pasé tan bien traduciendo este poema, aunque a veces el desafío formal terminara consumiendo mis fuerzas y mi paciencia. Buena lectura.


¿Cuáles son las principales dificultades y desafíos que te encontraste traducido un texto como La caza del Carualo, lleno, entre otras cosas, de numerosos neologismos?

Las dificultades que plantea la traducción de un texto como La caza del Carualo son principalmente de naturaleza formal. Es un poema muy blindado formalmente, con un metro y un ritmo muy marcados, rima consonante, aliteraciones, asonancias internas, neologismos y guiños a la propia tradición literaria inglesa, sobre todo la literatura infantil y de viajes, que tanto auge tuvo en el siglo diecinueve, tan aficionado a las misiones científicas y las exploraciones de nuevos territorios.

Como explico en la nota del traductor, «un poema como The Hunting of the Snark no admite medias tintas y sólo puede traducirse en una prosa más o menos literal, rítmica y elocuente, o intentando crear –hasta donde sea posible– un poema medido y rimado con resabios clásicos». Lo que quiero decir con esto es que uno puede optar sencillamente por recrear en prosa la historia que cuenta el poema de Carroll, ya que el relato –digamos– tiene interés por sí mismo y se basta para entretener al lector y hacerle pasar un buen rato. Es una opción legítima, y yo entendería que cualquier editorial optara por ella.

La otra alternativa, que es la que hemos adoptado en este caso, entiende que Carroll escribió un poema narrativo con todas las marcas formales de la poesía tradicional, y que hay un margen amplio en nuestra tradición poética para ensayar algo parecido en español: esas marcas formales no están ahí para estorbar u oscurecer el sentido sino para enriquecer la experiencia del lector y subrayar la comicidad del relato, sus coqueteos con el absurdo. En última instancia, los neologismos de Carroll (las famosas «palabra maleta» de las que habla en su prefacio) eran lo de menos; quiero decir que no suponían mayor problema. Por ejemplo, opté por «Carualo» (Caracol+Escualo) en vez de por «Carabón» porque me parecía un término más dócil o manejable dentro del cauce impuesto por los versos endecasílabos. Pero crear los correspondientes neologismos en español fue infinitamente más sencillo que traducir el poema como lo hice, en cuartetos de endecasílabos con rima consonante en los versos pares. Creo que hice bien, aunque a veces me pregunté si no me había excedido siendo tan rígido. Pensaba: si hubiera optado por el alejandrino… Pero las limitaciones agudizan el ingenio, y debo decir que terminé disfrutando enormemente con la tarea. El placer del trabajo literario está en relación directa con la magnitud del desafío.


¿Te has tomado alguna licencia a la hora de realizar la traducción? Si es así, ¿cuál (o cuáles)? Asimismo, ¿consultaste para tu trabajo otras traducciones, quizás a otros idiomas?

No consulté ninguna traducción, ni al español ni a otros idiomas. Me bastó con la edición de Martin Gardner y el rastreo en los diccionarios (sobre todo de términos náuticos o relativos a la caza). Toda traducción debe tener una lógica o congruencia interna, es decir, debe fluir de principio a fin con un mismo tono de voz, una atmósfera, un cierto sentido del ritmo… Lo bueno de la traducción literaria es que puede haber varias soluciones satisfactorias a un mismo problema. Y otro traductor puede haber dado con una solución estupenda que funciona muy bien en su contexto pero no en el contexto de mi trabajo.

No cabe traducir un poema semejante sin tomarse algunas licencias, siempre que no sean excesivas ni atenten contra su sentido final. Lo comento en la nota del traductor: «No he dudado en aprovechar las rimas internas y aliteraciones que iban surgiendo casualmente, sin pensar, conforme iba leyendo y traduciendo. Si me he tomado alguna (pequeña) libertad ocasional con la letra, ha sido siempre con permiso de la música y con pie en ella». El traductor de Carroll (bueno, cualquier traductor) tiene que hacer caso de los azares y guiños creativos que le salen al paso; es preciso que haya un elemento de frescura y casi de improvisación en el trabajo si no queremos caer en la rutina y el aburrimiento. Ahora bien, el texto original ha sido en todo momento mi guía, también para saber priorizar qué es lo importante en cada momento: a veces se trataba de conservar el sentido literal; otras, de reproducir con otros medios, o dando un pequeño desvío, el efecto que buscaba el autor; y otras, en fin, de recrear la capacidad cómica o la dosis de absurdo de una imagen o una situación.


¿Qué quisieras destacar del poema de Carroll?

Carroll es un maestro trabajando en varios planos a la vez: el poema es un cuento infantil algo perverso, un relato burlesco que parodia los libros de viajes de su tiempo, un ensayo metafísico y una especie de crucigrama narrativo con enigmas que han despertado toda clase de interpretaciones (y seguro que Carroll, allá donde esté, no para de reírse con la inventiva de algunos de sus críticos). Lo que me gusta del poema es su sentido del humor –oscuro, hiperbólico, disparatado– y esa capacidad que tiene para mirar a sus personajes con una mezcla de ironía y ternura piadosa. Y algunos golpes de efecto, como el célebre «mapa en blanco», que se han hecho justamente célebres.


 […] Y el Banquero, movido por un brío
que a todos sorprendió por novedoso,
echó a correr y se perdió de vista
ansioso por hallar a su coloso.

Con dedales y esmero iba y venía…
Mas salió un Magnapresa de la nada
que hizo gritar de pánico al Banquero
cuando vio que su suerte estaba echada.

Le ofreció un gran descuento, y luego un cheque
(al portador) por libras diecisiete;
mas redobló su ataque el Magnapresa
y al Banquero infeliz puso en un brete.

Sin pausa ni descanso —pues frumiosas
chascaban las mandíbulas al vuelo—
fue brincando, cayendo y tropezando
hasta dar con sus huesos en el suelo.

Su horrendo grito a los demás atrajo
y el Magnapresa huyó con gran oprobio;
y el Heraldo exclamó: «¡Me lo temía!»,
sonando el cascabel con gesto sobrio.

Atónitos, le ven tiznado el rostro:
nada pervive de su viejo aspecto.
¡Hasta el chaleco está blanco del susto!
(Y muy digno de asombro es en efecto).

[…]