Me escriben algunos amigos, extrañados (quizá preocupados) de que no haya actualizado la bitácora desde hace más de diez días. Miro las entradas del año pasado por estas mismas fechas y veo que hay un vacío similar: es tan sólo que la carga de trabajo se espesa hacia la mitad de trimestre y termina formando una madeja impenetrable, por la que sólo se puede avanzar a machetazos, con golpes secos y rotundos. Esta es temporada de muchas exposiciones y a mí me toca sacar adelante los catálogos con toda su cohorte de proyectos laterales. Un trabajo apasionante, desde luego, pero difícil de compaginar con otras inquietudes. Así que nada grave: tan sólo el ritmo habitual de estas fechas imponiendo su pesado lastre.
No son tan sólo los catálogos, sin embargo. Por alguna razón, este trimestre se me ha ido (es un decir) escribiendo varios textos críticos que irán viendo la luz a lo largo de las próximas semanas y meses: el prólogo de una antología de la poesía del escocés John Burnside que Pre-Textos publicará el año que viene; un epílogo a la edición bilingüe que Julio Mas Alcaraz ha realizado del segundo libro de John Ashbery, El juramento de la pista de frontón, de inminente aparición en Calambur Editorial (he colgado la portada -espléndida, obra como siempre del editor Emilio Torné- en la columna de la izquierda); un texto de acompañamiento para una memorable edición de los dibujos y carboncillos del pintor asturiano Melquiades Álvarez, Caminos, que Ediciones Trea acaba de enviar a la imprenta; y otro texto para mi buen amigo Eduardo Scala, cuya serie Visualabrev aparecerá en forma de libro a finales de este año (en La Oficina, la editorial que acogió Lost City). Muchas cosas, por tanto, más alguna conferencia, un par de textos de contraportada, la presentación del libro de Mercedes Roffé… Todo esto lo voy anotando, más que nada, para ir anunciando algunos de los libros cuyas portadas iré colgando en el margen izquierdo de la bitácora. Se trata, en todos los casos, de proyectos muy cercanos y francamente hermosos, pero tanta prosa crítica ha hecho que dejara a un lado esta página, las anotaciones cotidianas, hasta los aforismos que de vez en cuando solían aparecer como en sueños.
Por suerte, tengo amigos que creen en mi trabajo más que yo mismo. Poetas que no dejan de asombrarme por su fe en la poesía y su talento para iluminar la vida de sus prójimos. Uno de ellos es mi buen Elías Moro, quien ha decidido (él sabrá por qué) ir colgando en su bitácora las entradas de Bestiario del nómada, un libro que escribí en dos tiempos, en 1995 y 2001 (es decir, hace una eternidad), y que es un diccionario de seres imaginarios y vagamente alegóricos. El otro es Óscar Curieses, que ha recogido algunas de mis «Iluminaciones» junto con otros textos de mis admirados Eduardo Moga y María Salgado en su bitácora Dentro. Mil gracias a los dos por su generosidad y su cercanía cómplice. Así, creo que ya lo he dicho antes aquí, todo es más fácil. Mira uno al frente con más optimismo, más esperanza.
No son tan sólo los catálogos, sin embargo. Por alguna razón, este trimestre se me ha ido (es un decir) escribiendo varios textos críticos que irán viendo la luz a lo largo de las próximas semanas y meses: el prólogo de una antología de la poesía del escocés John Burnside que Pre-Textos publicará el año que viene; un epílogo a la edición bilingüe que Julio Mas Alcaraz ha realizado del segundo libro de John Ashbery, El juramento de la pista de frontón, de inminente aparición en Calambur Editorial (he colgado la portada -espléndida, obra como siempre del editor Emilio Torné- en la columna de la izquierda); un texto de acompañamiento para una memorable edición de los dibujos y carboncillos del pintor asturiano Melquiades Álvarez, Caminos, que Ediciones Trea acaba de enviar a la imprenta; y otro texto para mi buen amigo Eduardo Scala, cuya serie Visualabrev aparecerá en forma de libro a finales de este año (en La Oficina, la editorial que acogió Lost City). Muchas cosas, por tanto, más alguna conferencia, un par de textos de contraportada, la presentación del libro de Mercedes Roffé… Todo esto lo voy anotando, más que nada, para ir anunciando algunos de los libros cuyas portadas iré colgando en el margen izquierdo de la bitácora. Se trata, en todos los casos, de proyectos muy cercanos y francamente hermosos, pero tanta prosa crítica ha hecho que dejara a un lado esta página, las anotaciones cotidianas, hasta los aforismos que de vez en cuando solían aparecer como en sueños.
Por suerte, tengo amigos que creen en mi trabajo más que yo mismo. Poetas que no dejan de asombrarme por su fe en la poesía y su talento para iluminar la vida de sus prójimos. Uno de ellos es mi buen Elías Moro, quien ha decidido (él sabrá por qué) ir colgando en su bitácora las entradas de Bestiario del nómada, un libro que escribí en dos tiempos, en 1995 y 2001 (es decir, hace una eternidad), y que es un diccionario de seres imaginarios y vagamente alegóricos. El otro es Óscar Curieses, que ha recogido algunas de mis «Iluminaciones» junto con otros textos de mis admirados Eduardo Moga y María Salgado en su bitácora Dentro. Mil gracias a los dos por su generosidad y su cercanía cómplice. Así, creo que ya lo he dicho antes aquí, todo es más fácil. Mira uno al frente con más optimismo, más esperanza.
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PS. No os perdáis, por cierto, los poemas de Derek Walcott que hemos publicado en Las razones del aviador...
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1 comentario:
Claro que lo sé, Jordi: pura justicia a tu talento poético, a esos textos tan hermosos, a tu bondad como persona.
Y otra vez, gracias por hacerme un hueco en tu ventana.
Un fuerte abrazo.
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