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Libros como compradores en un mercado de esclavos, examinando con ojo crítico a los autores, pujando por sus elegidos.
Nadie le mira y sigue caminando con aire teatral, de cara a una galería inexistente. Si pudiera aplaudirse a sí mismo, lo haría. Y no se detendrá hasta que el aire mismo que le envuelve aclame su avance.
Al final siempre hay uno que toma la nuez que otros han tratado de abrir inútilmente y no ceja hasta que ha logrado partirla. Ahí hay un poeta, aunque él lo ignore.
No consigue leer una novela ni ver una película sin caer dormido. Todo le aburre y le da sueño y se le escapa antes de llegar al final. La muerte le sorprenderá en la cama, roncando satisfecho.
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Bad Readers
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Richard Powers’s new novel, Playground, features an artificial intelligence
resembling the new generation of “large language models,” like ChatGPT and
Gemi...
Hace 2 horas
4 comentarios:
He visto caras, he traído a la memoria rostros que vi obrar como dices, no implicarse jamás en nada que ofreciera obstáculos, que diera la posibilidad de equivocarse, de no alcanzar, de llegar y, llegando, perderse. Querían no sentir el abismo debajo.
Los libros dan un abismo.
Aquel que busca la adulación o el reconocimiento como impulso para escribir está condenado a ser un mero espejo de sus lectores, sin identidad propia: a dar lo que se le pide.
El camino de la autenticidad es el más escarpado y a menudo surge el desánimo, pero es el único que conduce a alguna parte...
Me han encantado estas hormigas. Obligan a la reflexión si perder el tono irónico.
Los ojos críticos abren la nuez, aunque nadie les mire, a veces consiguen leer alguna novela; otras roncan satisfechos y se enorgullecen de no saber aún si la muerte les sorprenderá en la cama, abriendo la nuez, leyendo alguna novela o sencillamente soñando que sueñan y roncan. No sé.
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