Siempre estaré más cerca de los escritores para quienes el hecho de escribir supone al menos una alegría física, instintiva, casi animal, como la de un niño saltando las olas o dejándose llevar por el entusiasmo de la carrera, jugando con una fuerza que no sabe cómo agotar, braceando en el excedente de sí mismo. Esa ligereza, al cabo, su facilidad para ir de un estado a otro, de la risa al llanto, del juego a la hosquedad. Como Dickens, que lloraba y reía con cada quiebro de la acción, y a quien sus hijas oían desde el piso de abajo decirse en voz alta los diálogos de sus personajes.
5 comentarios:
Chera'a, Jordi, bwena esa, apoya la moción festiva de la xapoetante poesía, avanti avatí!!!
un saludo allende el charko
¡absolutamente de acuerdo¡ Un abrazo.
y es algo que se percibe en la lectura, el propio placer físico, plástico, activo del autor.
y es que, si no, parece un asunto de burocracia...
un abrazo
Bueno, que quede al menos como aspiración, como aviso a navegantes. Está claro que no siempre logramos reunir la misma fuerza o el mismo entuasiasmo, pero "para nosotros sólo queda el intentarlo", como dijo Eliot. Un abrazo.
Hace algún tiempo que vivo un poco alejado de la creación literaria pero me identifico con esas sensaciones. Creo haberlas vivido.
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