Este libro, que reúne muchos de
los artículos que su autor, el cubano Orlando González Esteva (1952), escribió
entre junio de 2006 y junio de 2008 para el periódico El Nuevo Herald de Miami, tiene mucho de compendio o destilado de
la poética de su autor, como si fuera el revés de la trama que, cristalizada en
estrictos moldes métricos, comparece en sus libros de poemas. En realidad, toda
la obra de González Esteva se ha movido simultáneamente por dos vías que
parecen contradecirse pero que en realidad se complementan: por un lado, la
estrofa rimada, el cubo cadencioso de una redondilla en la que suenan por igual
las volutas de la canción popular y la geometría severa de la vanguardia; por
el otro, la prosa danzarina y digresiva, tocada por el demonio de la analogía,
trufada de correspondencias y revelaciones que primero deslumbran y luego se
nos vuelven evidentes, casi axiomáticas, como si fueran parte de las leyes que
rigen el comercio de las cosas. Sospecho que esta prosa es la forma en que el
poeta descansa y se relaja después de sus seductores ejercicios métricos, una
diástole para la sístole (insostenible si se prolonga en exceso) de los
silogismos de ocho versos y rima consonante. Hay complementariedad, pues, y una
profunda coherencia en los temas y el estilo por debajo de estrategias
retóricas, como dejó claro la antología de su obra editada por FCE, ¿Qué edad tiene la luz esta mañana? (2008),
que yo al menos siempre he leído como si fuera un conjunto unitario, un libro
de nueva planta...
Así comienza la reseña que
escribí hace unos meses de Los ojos de
Adán, el espléndido libro de artículos que el escritor cubano Orlando González
Esteva (Palma Soriano, 1952) acaba de publicar en la Editorial Pre-Textos. Un
libro que recomiendo a todos aquellos que disfrutan por igual con los vuelos de
la imaginación y la palabra en libertad; una palabra, en su caso, llena de elegancia, de plasticidad, de
fuerza verbal y visual, que recuerda las fulguraciones de Gómez de la Serna o del Cortázar de los cronopios.
La reseña, titulada «El mundo en bandeja»,
se publicó en el número de julio-agosto de Cuadernos Hispanoamericanos gracias a la
invitación de su nuevo director, Juan Malpartida, y sube ahora a la red en Diario de Cuba por gentileza de Antonio José Ponte. El libro, por su lado,
está más vivo que nunca. Como decía Pound que era la literatura, sigue siendo news that stays news.
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