Venga, ya vamos, masca la madre por lo bajo, y el pescozón subraya el pronto, el paso cambiado de la impaciencia. Nadie se mira en este juego de malestares. El bóxer corretea junto al niño con la cabeza gacha. Sabe de ira. La huele. La voz es correosa y salta donde menos se la espera, con esa rabia acumulada que ya conocen bien. Nada de rebuscar entre las hojas, de investigar en los bolsillos. Nada de alzar los ojos hacia fachadas cavernosas. El reverso de la complicidad se llama tiempo. Un tiempo largo y vacilante como un túnel. El niño busca al perro por lo bajo. Tiene el pelo revuelto y las rodillas sucias. Saliva en la juntura de los labios. El perro no le mira. El perro es limpio como un amanecer. El perro es la zancada que se cuida a sí misma.
Bad Readers
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Richard Powers’s new novel, Playground, features an artificial intelligence
resembling the new generation of “large language models,” like ChatGPT and
Gemi...
Hace 2 horas
3 comentarios:
limpio como el niño que un día quiso ser basurero.
Me alegra tu vuelta. Abrazo.
Gracias, Índigo. Poco a poco...
Es verdad: los perros huelen la ira, el miedo y todas la alteraciones químicas que se registran en nuestro cuerpo. Quien tuviera su olfato. Aunque aquí, correteando por la playa, es más fácil.
También a mi me ha alegrado tu vuelta.
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