Envuelto
finalmente por el sueño, he cerrado los ojos y he dejado el libro abierto sobre
el vientre. Hacía años que no sentía el peso del papel en el cuerpo. Siempre
dejo la lectura a un lado, en el sofá o en la mesita de noche. Esta vez he
sentido con sorpresa –casi un sobresalto– el alivio protector del libro, su
tibieza. Y me he puesto a dormir con perfecta placidez.
29 Miradas
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El río no se detiene por nada. No es como nosotros, animales asustadizos
ante algo que ocurre, tan incomprensible de repente. El río continúa su
tránsito...
Hace 8 minutos
1 comentario:
Así puede ser cuando se siente la calidez y el sosiego del libro.
Abrazo.
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