Lucian Blaga, La luz que siento. Antología poética, edición bilingüe, traducción de Corina Oproae, Valencia, Editorial Pre-Textos, 2022, 316 págs.
Cuando fue apartado de su cátedra en 1948 por negarse a apoyar el nuevo régimen comunista, el poeta y filósofo rumano Lucian Blaga (1895-1961) decidió traducir el Fausto de Goethe. El dato no es casual. Si el poema que abre esta antología, «Yo no aplasto la corola de milagros del mundo», parece una glosa nada velada de la célebre frase de Mefistófeles –«Gris es toda teoría y verde es el árbol dorado de la vida»–, su evolución dibuja un arco muy goethiano, desde el expresionismo neorromántico de sus comienzos hasta el tono más clásico y contenido de los libros que escribió en el exilio interior (y que vieron la luz en 1962, un año después de su muerte).
Como muchos, Blaga se vio envuelto en el torbellino ideológico de la Europa de entreguerras, pero siempre a distancia de unos y otros, como dejó zanjado Marta Petreu en su libro de 2021, donde desmiente el viejo mito de su filiación fascista.
La obra de Blaga se postula desde un inicio como una celebración amorosa del «misterio del mundo»: «no mato / con la mente los secretos que encuentro / en mi camino». Un misterio recorrido por la conciencia de la muerte, que encarna en la naturaleza, en los árboles (por ejemplo, en ese roble «en la linde del bosque» del que «tallarán / un día mi ataúd») y en la tierra misma, símbolo también de la fuerza vital y del amor. Y este sentimiento oceánico no tarda en mezclarse, en fin, con el acento nocturno y gótico propio del expresionismo de entreguerras.
Con los años, el tono se vuelve más sobrio y la escritura se vierte en toda clase de formas, desde la canción popular al verso meditativo («El cementerio romano», «La milagrosa semilla») pasando por el poema breve, donde su peculiar lirismo se tiñe de acentos epigramáticos. Esta muestra, seleccionada y traducida de manera ejemplar por la poeta Corina Oproae, nos permite subir de nuevo a una de las cimas de la poesía europea moderna: «tan sólo el amor me edificó, afable».
Publicado en La Lectura de El Mundo, 3 de junio de 2022.
1 comentario:
Cuando se va haciendo difícil ver "la corola de los milagros" y una parece empezar a creer que, por los años y las miserias que estos traen y llevan, esta ya se le rebela, algo nuevo aparece y la corola vuelve a abrirse. Tal vez la que puede ver la corola no puede dejar de verla, por muy sutil o imperceptible que sea, pues siempre hay algo, aun ínfimo, que se la revela.
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