Diane Wakoski, Esperando al Rey de España, edición bilingüe, traducción y prólogo de Eduardo Moga, Madrid, Bartleby Editores, 2022.
Aunque publicó su primer poemario en 1962 (en Hawk’s Well Press, la editorial del gran Jerome Rothenberg), la californiana Diane Wakoski (1937) es un fruto peculiar del clima de indagación y libertad que caracterizó la poesía norteamericana durante la década de 1970. Alientan en su trabajo, como poco, tres influjos simultáneos: el de la escuela confesional a lo Anne Sexton o Robert Lowell, de la que rechaza su afán por epatar y su exhibicionismo; el de la poesía de la «imagen profunda» del propio Rothenberg y el primer Robert Bly; y el de la poesía beat, con la que coincide en el tiempo y que es una lección de vitalidad y rebeldía calculada.
Esperando al Rey de España, publicado originalmente en 1976, es un modelo a escala de toda su obra: una poesía discursiva, incluso narrativa, de evidente vocación autobiográfica; una poesía de personajes, muchas veces ficticios –Harry Moon, el «Rey de España» del título– o históricos, como un George Washington que salta de libro en libro y es el emblema, aquí, de la autoridad arquetípica; una poesía de imágenes, regida por la lógica de la metáfora; y, en fin, una poesía amorosa que no renuncia a la ironía, el humor en defensa propia o la visión crítica de la realidad.
Es revelador que una de las figuras que comparecen en este libro sea Federico García Lorca, invocado como fetiche y símbolo perdurable de libertad poética y vital: «Las rosas cubrían el pecho de Lorca […] En mi boca había rosas en lugar de palabras».
La escritura de Wakoski en este libro suele ser divagatoria, de largo aliento, como si el merodeo constante (el vaivén entre anécdota vital, metáfora y diálogo con los personajes) fuera un principio estructural. Lo ha dicho ella misma: «la naturaleza de la música [poética] exige que escuchemos todas las digresiones». Eduardo Moga, a quien debemos el conocimiento de esta obra, la traduce con su maestría habitual: «un nombre nunca me basta, pues muy joven aprendí que los nombres lo son todo».
Publicado en La Lectura de El Mundo, 29 de julio de 2022.
No hay comentarios:
Publicar un comentario