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Hace 1 hora
BITÁCORA DE JORDI DOCE. Mis últimos poemarios son En la rueda de las apariciones. Poemas 1990-2019 (Ars Poetica, 2019) y No estábamos allí (Pre-Textos, 2016). Además de traducir la poesía de William Blake, Anne Carson, T.S. Eliot y Charles Simic, entre otros, he publicado los cuadernos Hormigas blancas y Perros en la playa, y los libros de artículos y de crítica Imán y desafío, Curvas de nivel y Las formas disconformes. He reunido mis versiones de poesía en Libro de los otros (Trea, 2018).
2 comentarios:
Hola, Jordi, es interesante lo que apuntas sobre la traducción. Yo he traducido a un poeta italiano contemporáneo y nunca he conseguido situarme, por eso creo que fracasé y guardo mis traducciones en un cajón, algo avergonzado de ellas, aunque releídas considero que no están tan mal. Tal vez situarse mentalmente en un espacio nos ayuda en esa difícil tarea de la traducción. En todo caso, yo creo que no estoy preparado para traducir, aunque domino el italiano y sé versificar, pero hay algo más hondo en la traducción de poesía que me causa, más que respeto, bastante pavor. Es esa incapacidad mía de "situarme" allí, hacer mía la cultura, el caráter, la voz del poeta. No sentirme un simple falsificador, sino hacer mío el verso, sentir que lo que escribo ha de decirse así y no mediante un sinónimo castellano, por ejemplo. Y eso que dices: hay que saber salir de uno mismo, y hasta hoy no he podido. Un saludo.
Yo te diría que no lo abandones ni lo descuides, sigue intentándolo hasta encontrarte cómodo en esa voz. Según lo veo, traducir tiene mucho de ejercicio dramático, un desdoblamiento de la personalidad que te permite, como en el caso de un actor, asumir otro papel, otra sensibilidad, otra voz, en suma. Una vez que la encuentras, es decir: una vez que sabes cómo quieres que suene el poema en español, todo va más rodado. Los problemas técnicos se convierten en eso, pequeños escollos que se pueden salvar con más o menos esfuerzo. Gracias por seguir ahí. Un abrazo, J12
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