He oído que ciertas señoras histéricas
dicen estar cansadas del arco de violín y la paleta,
de poetas que siempre están alegres,
pues todo el mundo sabe o debiera saber
que si no sobreviene un cambio drástico
avión y zeppelín saldrán de vuelo,
lanzando bolas explosivas como en tiempos del Káiser,
hasta que la ciudad quede arrasada.
Todo el mundo interpreta su tragedia,
allí se pavonea Hamlet, allí está Lear,
y esa es Cordelia, y esa otra, Ofelia;
pero todos, transcurra el desenlace
o esté al caer el último telón,
si son dignos de sus papeles protagonistas
no interrumpen sus versos sollozando.
Saben que Lear y Hamlet son alegres;
la alegría transfigurando todo ese miedo,
todo cuanto los hombres han buscado,
encontrado y perdido;
oscuridad total; el Cielo ardiendo en la cabeza:
la tragedia llevada al paroxismo.
Aunque Hamlet divague y Lear delire
y todos los telones desciendan al unísono
en cien mil escenarios,
no puede ser mayor ni más rotunda.
Llegaron por su propio pie, o en barco,
a lomos de camellos o caballos, de mulas o jumentos,
antiguas civilizaciones pasadas a cuchillo.
Y ellos y su sabiduría cayeron en desgracia:
ninguna obra de Calímaco,
que trabajaba el mármol como si fuera bronce,
labrando cortinajes que parecían levantarse
cuando el viento marino barría el suelo, permanece;
su larga tulipa de bronce, forjada como el tallo
de una palmera esbelta, no duró sino un día;
todas las cosas caen y son reconstruidas,
y quienes las construyen de nuevo están alegres.
Dos chinos, y tras ellos un tercero,
aparecen labrados en lapislázuli;
sobrevuela la escena un pájaro zancudo,
símbolo de longevidad;
el tercero, sin duda un ayudante,
transporta un instrumento musical.
Cada deslucimiento de la piedra,
cada mella o rotura accidental
parece una corriente o un alud
o una cuesta empinada donde sigue nevando,
aunque una rama de ciruelo o de cerezo
dulcifica sin duda, a media altura,
la casa a la que ascienden estos chinos;
y allí sentados me complazco en imaginarles;
mirando fijamente la montaña y el cielo,
el trágico paisaje desplegado a sus pies.
Alguien del grupo pide una música triste;
unos dedos expertos comienzan a tocar.
Sus ojos, sepultados entre arrugas, sus ojos,
sus viejos ojos destellantes, están alegres.
1938
3 comentarios:
Un gran poema. Pues sí, la poesía tiende a explotar la lágrima y este poema bien expica que puede haber otras formas. El final me ha encantado.
Un saludo.
Chapó, Jordi, qué oportuno el poema para estos tiempos desalentados. Se disfruta tu traducción, en esa tesitura de ritmo alejandrino que suena ágil, sin ningún soniquete. Y además está llena de hallazgos que, como suele ocurrir en tus versiones, parecen creados ex novo. Sólo encuentro un poco raro el gerundio del verso 7, porque "salir a volar bombardeando" parece indicar una simultaneidad difícil de lograr incluso para superbomabarderos actuales, cuanto más para aeroplanos y zeppelines (quizás "volverán a volar" pueda ser una opción que case mejor con ese segunda bestia negra de nuestros tiempos verbales; la primera es el subjuntivo, especie ya en extinción).
Ya puesto, :-), me atrevo a someter a tu consideración otras dos alternativas con muy leves cambios (en este caso por motivos rítmicos), ambas en la estrofa tercera:
"labrando cortinajes que parecían alzarse"
"y quienes las construyen de nuevo están alegres".
Por lo demás, tu versión me ha permitido "entender" (o al menos eso creo) un poema que ya había leído en otras traducciones y que hasta ahora me había parecido oscuro, como si también en él algunos significados estuvieran perdiendo su color... El final, como dice JAF, es excelente, si bien cabría preguntarse si en cierto modo Yeats no se desliza, también él, hacia cierto "patetismo" positivo; en cualquier caso, me parece sublime. Un abrazo.
Mil gracias, Alfredo, te he hecho caso en la tercera de tus alternativas. No entiendo bien lo que me dices de la primera, y en la segunda prefiero mantener el eneasílabo del segundo hemistiquio por razones rítmicos. En cualquier caso, da gusto sentirse leído por lectores tan fieles y atentos como tú. Mil gracias, J12
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