Somos relojes de sol
en un jardín olvidado.
Nuestros cuerpos,
oscura sustancia,
crean tiempo
al hurtar la luz.
Entre las
versiones que quedaron fuera de Libro de
los otros, sigo teniendo cariño por este breve poema de David Kuhrt que leí
en un viejo número de la revista Agenda
(de 1995, nada menos). Me parece
francamente apropiado para el día de hoy, víspera del tradicional –y para mí
enloquecedor– cambio de hora del otoño. Nada o muy poco sé de su autor, salvo
que trabaja como artesano cartelista en un pueblo de Sussex y escribe poesía y artículos de comentario social. Esta miniatura suya siempre me ha parecido un aforismo disfrazado de haiku.
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