Hablan de las ruinas no por lo que son, sino por lo que fueron, pero su destrucción es lo único que les hace hablar.
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¡Qué pesados, estos cabezas huecas!
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Palabras-patrulla, que salen de noche y traspasan en secreto la línea de los dientes para reconocer el terreno. Dejan el campamento al cuidado de los sueños.
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Palabras-espoleta, que al pronunciarlas hacen estallar el silencio.
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Se duerme en los laureles, pero en posición fetal.
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Libros densos, decantados, como el tizón ennegrecido que asoma entre los restos de una hoguera.
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Me confiesa quién aspira a ser, qué alto rango o posición querría alcanzar. Y de inmediato se empequeñece a mis ojos.
1 comentario:
Me encanta el ultimo, el de los laureles.
Un abrazo, familia!
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